“Dije que no iba a llorar, pero lo veo y lloro… Me sigue, cree que voy a trabajar como todos los días”. Con esas palabras y la voz quebrada, Víctor Díaz, un peón rural de San Vicente, resumió el dolor de una despedida doble: la del trabajo que sostuvo durante 11 años y la del perro que lo acompañó cada jornada.

El video que él mismo grabó con su celular, cargando sus pertenencias mientras un perro ovejero lo sigue sin entender lo que sucede, se viralizó de inmediato. No solo por la crudeza de la escena, sino por la dignidad con la que Díaz narró su situación: sin rencor, pero con una tristeza imposible de ocultar.

Víctor Díaz, un peón rural de San Vicente, resumió el dolor de una despedida doble

A los pocos días, la historia trascendió las redes y llegó a las autoridades. El Ministerio de Trabajo bonaerense, que encabeza Walter Correa, intervino en la estancia y detectó graves irregularidades laborales. En un comunicado publicado en X (ex Twitter), el organismo confirmó la falta de elementos de protección personal, cables expuestos y condiciones precarias tanto en el lugar de trabajo como en la vivienda que ocupaba el peón.

Tras la viralización del video, inspeccionaron el lugar donde trabajaba Díaz.

Como resultado, se intimó a los empleadores a regularizar la situación, acreditar el pago de haberes y presentar la documentación correspondiente.

Además, la UATRE (Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores) presentó una denuncia formal por el despido, que habría sido informal y sin aviso previo. “Pasó lo que tenía que pasar: me echó mi patrón después de 11 años”, contó Díaz, que agradeció el tiempo compartido, pero lamentó la falta de humanidad en el final.

El video también generó una ola de solidaridad: mensajes, pedidos de ayuda y reflexiones sobre la soledad y la injusticia. “Nadie salió a despedirme cuando me fui de la estancia, solo un ovejero”, comentó otro usuario. “Llevalo con vos, es tu compañero”, escribió una seguidora conmovida.

Hoy, mientras se define su situación legal, Víctor Díaz se convirtió en símbolo de una realidad silenciosa: la de miles de trabajadores rurales que viven y trabajan en condiciones invisibilizadas. Pero también, de la ternura inquebrantable entre un hombre y su perro.