Cada 1° de agosto, numerosas familias del norte argentino y de diversas regiones andinas se congregan para rendir homenaje a la Pachamama, la Madre Tierra. Esta festividad, que se inscribe en un contexto profundamente espiritual, representa una muestra de agradecimiento por todo lo que la naturaleza brinda, abarcando desde los alimentos hasta la protección del hogar y la salud. Las raíces de esta tradición se remontan a la cultura incaica, en la que la Pachamama —palabra que se traduce del quechua como "mundo o Tierra" (Pacha) y "madre" (mama)— es venerada como una diosa femenina de la fertilidad. 

La creencia sostiene que ella nutre y protege a los seres humanos, lo que motiva a las comunidades a retribuirle a través de ofrendas, rituales y muestras de respeto. En esta fecha significativa, se lleva a cabo un ritual en el cual se entierran alimentos y bebidas como una forma de agradecimiento. Las ofrendas, que suelen incluir hojas de coca, comidas cocinadas, vino, alcohol, cigarrillos, chicha y otros elementos simbólicos, son colocadas en una olla de barro para luego ser enterradas en la tierra. Durante este acto, además de expresar gratitud, se solicita a la Pachamama salud, protección, trabajo, bienestar y bienes materiales, marcando así el inicio de un nuevo ciclo con deseos de prosperidad. Este ritual tiene como propósito alejar las malas energías y renovar el vínculo con la tierra, un aspecto fundamental en la cosmovisión de las comunidades que celebran esta festividad. 

Una de las prácticas más extendidas durante la celebración es el consumo de caña con ruda. Esta bebida, elaborada a partir de caña de azúcar destilada y hojas de ruda, planta reconocida por sus propiedades curativas, se ingiere en ayunas, en tres sorbos. Este acto simbólico se lleva a cabo como una manera de alejar los males del cuerpo y del espíritu, además de solicitar protección, salud y prosperidad para el ciclo que se inicia. Celebrar la Pachamama trasciende el mero acto ritual; es un acto de conciencia, una conexión con la tierra y una revalorización de las raíces culturales. 

El mes de agosto se convierte, así, en un período de homenaje a quien proporciona todos los recursos necesarios para la vida, fomentando una actitud de humildad, respeto y gratitud hacia la naturaleza.