Cuántas horas tarda el tren que va desde Tucumán a Buenos Aires: radiografía de un viaje eterno

En la noche del lunes, en Telenoche ( Canal 13) presentaron un informe en el que mostraron todo lo que el pasajero vive cuando emprende un viaje en tren desde Retiro hasta llegar a la estación Mitre en Tucumán.
La experiencia combina un notable ahorro económico y un extremo ejercicio de paciencia. Desde el momento en que se intenta sacar los pasajes, la gente debe realizar largas filas en la Estación Mitre o esperas en la web para obtener los tickets a bajo costos si lo comparamos con los boletos de ómnibus o avión.
Después, una vez arriba de los vagones, hay que prepararse para viajar durante 32 horas.
Durante ese casi día y medio de experiencia en tren, los pasajeros tratan de dormir el mayor tiempo posible, conectarse a la web con el celular cuando se atraviese algún pueblo con antena.
Hay que reconocer que la travesía tiene ciertos aspectos positivos como lo son la limpieza de los baños y los vagones, la cordialidad de los ferroviarios, el ambiente refrigerado y algún que otro paisaje.
El hecho de poder contar con un pasaje barato se agradece: por 38.000 pesos podés conseguir un boleto en primera para viajar de Tucumán a Buenos Aires. Si querés viajar en pullman tendrás que estirarte a los 46.200 pesos. La diferencia de precios se hace notar si comparamos esas cifras con los 70 mil, 90 mil y hasta 110 mil que te pueden salir, el mismo recorrido, en colectivo.
La conexión de tren entre Tucumán y Buenos Aires tiene dos salidas semanales (martes y viernes a las 21.30) y 15 paradas intermedias en las ciudades de Cevil Pozo, Alderetes, La Banda, Herrera, Colonia, Pinto, Ceres, Arrufó, Sunchales, Rafaela, Gálvez, San Lorenzo Andino, Serradino, Rosario Norte, Rosario Sur, San Nicolás, San Pedro, Baradero, Zárate, Campana y Retiro.
El tren tiene vagón comedor, pero recibió las mejores recomendaciones. Está muy bien atendido, pero apenas tiene sandwiches de jamón y queso, café y refrescos que se van agotando a medida que el viaje avanza. Por eso, en las estaciones de los pueblos, muchas familias instalaron puestos de comida en donde hay de todo: sandwiches de milanesa, pastelitos, empanadas, golosinas, agua, gaseosas, etc. Algunos se parecen a esas “ferias del plato” que todavía se organizan en algunos colegios.
En el tren viajan muchos jubilados porque tienen un 40 por ciento de descuento. Ellos recuerdan (nadie se los contó), que en el año 1968 el primer servicio entre Buenos Aires y Tucumán tardaba 15 horas (la mitad del tiempo que tarda hoy) y que en la década del 80, cuando pasó a llamarse Independencia, el viaje duraba 18 horas. Ellos pueden dar testimonio de que fuimos para atrás. Pero ya nadie se queja de eso, el tren no va a ir más rápido si protestamos.
El balanceo y el rítmico sonido que hacen las ruedas sobre los rieles generan una sensación de un tiempo controlado, como un metrónomo que nos da cuenta de que la vida, a su modo, se abre paso. Las vías, que no te permiten desviarte ni un centímetro del camino trazado, junto a los horarios y el lento pasar de las estaciones, te liberan de la responsabilidad del control y te permiten entregarte a la simple experiencia de mirar por la ventanilla, siendo más consciente del tiempo que pasa.
Y claro, esta introspección se vive de otra manera si podés invertir 132.000 pesos en un camarote para dos. Con sus cuchetas, mesita, enchufe y hasta sábanas limpias, es un pequeño oasis de comodidad en medio de la larga travesía, una forma de hacer del tiempo y la distancia algo un poco más amable.
Al final del día, o mejor dicho, al final de las 32 horas, el tren a Buenos Aires es mucho más que un simple medio de transporte barato. Es una radiografía de una Argentina de contrastes, de necesidades, pero también de una sorprendente capacidad de adaptación y de encontrarle la vuelta a las cosas. / TN