El viento zonda removió los verdaderos contaminantes que tienen los tucumanos en su atmósfera
En el día de ayer, viernes, muchos tucumanos salieron a la calle con barbijo. Y, aunque quizás lo hicieron por precaución, terminaron siendo verdaderos visionarios. Lo que vivimos no fue simplemente otro episodio de viento zonda. Fue un fenómeno que removió con fuerza todos los contaminantes presentes en nuestra atmósfera, y que —como si no fuera suficiente— puso en circulación partículas que podrían incluir ceniza volcánica.
Aún ningún organismo oficial ha confirmado la composición del material particulado que cubrió autos, techos y pulmones. Pero quienes ya pintamos canas recordamos bien aquel 20 de abril de 1993, cuando la ceniza del volcán Hudson cubrió Tucumán como una neblina gris, densa, cargada de sílice, que incluso obligó a cerrar el aeropuerto Benjamín Matienzo. Recuerdo bien que la pista fue limpiada a mano, con escobas, porque no había otra forma de despejar ese polvo abrasivo.
Pero no todo lo que brilla —o en este caso, flota— es volcánico. Las partículas observadas en esta ocasión parecen tener un origen más local. En plena zafra, no es raro que el aire se contamine con material emitido por los ingenios, cuya actividad genera hollín y partículas que, cuando se combinan con los vientos secos y cálidos del zonda, quedan suspendidas durante horas.
Sí, el recuerdo de la ceniza volcánica nos sensibiliza. En los años 90, hubo quienes incluso guardaban la ceniza para lavar los platos, por su capacidad abrasiva. Pero esa experiencia también nos enseña a no apresurarnos: hoy, más que nunca, necesitamos datos concretos. No podemos afirmar con certeza el origen del polvo sin una medición precisa.
Lo que sí sabemos es esto: el aire que respiramos importa. Afecta nuestra salud, nuestros recuerdos y nuestra forma de vivir la ciudad. Por eso, cuando Tucumán amanece cubierta de una neblina sospechosa, lo mínimo que debemos esperar es información oficial y análisis técnico. /Meteorólogo Jorge Noriega.-