Un estudio conjunto del University College de Londres y la Universidad de Florida, publicado en agosto de 2025, documenta una preocupante disminución de la lectura recreativa a escala global. El trabajo, que analiza tendencias en distintos formatos —libros, revistas y periódicos en papel, digital y audiolibros—, concluye que la caída no puede explicarse únicamente por la transición hacia lo digital.

En Estados Unidos, los datos de la Encuesta sobre el Uso del Tiempo, basada en más de 236.000 encuestas, muestran una caída pronunciada: la proporción de personas que leen por placer pasó del 28% en 2004 al 16% en 2023, una reducción del 40% en veinte años. El estudio también pone de relieve brechas sociodemográficas marcadas: quienes poseen mayor nivel educativo tienen el doble de probabilidad de leer por placer, y quienes cuentan con ingresos elevados leen 1,5 veces más que aquellos con menores recursos. Otro hallazgo llamativo es la escasa lectura compartida con niños: apenas el 2% de los adultos que conviven con menores leen con ellos de forma regular, cifra que se ha mantenido estable en dos décadas.

Si bien la disminución en Estados Unidos es notable, el fenómeno no es homogéneo a nivel internacional. En España, por ejemplo, el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros 2024 registra que el 65% de la población lee en su tiempo libre y que el 75,3% de los jóvenes de 14 a 24 años lo hace por placer, situando al país entre los más lectores de Europa.

Argentina presenta un cuadro más complejo y preocupante. Según la Encuesta Nacional de Consumos Culturales 2022, solo el 51% de la población leyó al menos un libro durante el año, con un promedio cercano a dos libros por persona anualmente. Esos indicadores ubican al país entre los 15 con menor lectura per cápita, según datos compilados por World Population Review. En el ámbito adolescente, la lectura aparece mayormente vinculada a obligaciones escolares y tiende a declinar en la adultez; además, en Argentina continúa predominando el libro en papel frente a otros formatos.

Los autores del estudio señalan varias causas probables para la reducción de la lectura recreativa. Entre ellas figuran el auge de las redes sociales y el consumo masivo de videos en línea, que compiten por el tiempo de ocio; la presión económica y los cambios en las condiciones laborales, que disminuyen los espacios disponibles para actividades culturales; y la persistencia de desigualdades educativas y económicas que concentran el hábito lector en grupos más privilegiados.

Las consecuencias señaladas por los investigadores son diversas. Por un lado, la concentración de la lectura en sectores más educados y con mayores ingresos podría profundizar desigualdades sociales y culturales. Por otro, la escasa lectura compartida en la infancia constituye un factor de riesgo para la transmisión intergeneracional del hábito lector, lo que podría perpetuar la caída en las próximas generaciones.

Frente a este panorama, experiencias exitosas en países con altos índices de lectura sugieren que las políticas públicas, la promoción sostenida desde las instituciones educativas y culturales, y las iniciativas que facilitan el acceso a libros y fomentan la lectura temprana pueden atenuar la tendencia. En el caso argentino, los desafíos incluyen ampliar el acceso a materiales y programas de fomento, diversificar los formatos disponibles y diseñar estrategias que incentiven la lectura más allá del ámbito escolar.

En síntesis, el estudio internacional subraya una tendencia generalizada hacia la baja de la lectura recreativa, con variaciones entre países y profundas implicancias sociales. La respuesta pública y comunitaria será clave para revertir o mitigar ese declive y para evitar que la lectura se convierta en un bien cultural cada vez más concentrado en sectores privilegiados.