El Servicio Meteorológico Nacional (SMN) confirmó que el trimestre que va de mayo a julio se perfila con temperaturas superiores a lo habitual en la mayor parte de la Argentina. Según el pronóstico climático trimestral, las probabilidades de que el invierno se adelante con frío sostenido son escasas: en regiones como el sur de la Patagonia, las chances de tener un clima más cálido de lo normal alcanzan hasta el 55%.

La tendencia, que contradice las previsiones de estabilidad térmica emitidas en el informe anterior (hasta fines de junio), se alinea con las inusuales temperaturas primaverales que se registraron recientemente en Buenos Aires y otros puntos del país, donde las máximas llegaron a rozar los 27 grados durante el último fin de semana largo.

Las zonas más afectadas por el calor anómalo

El SMN detalló que el fenómeno abarcará la región central, el norte del país, el oeste argentino y toda la Patagonia, con especial énfasis en las provincias de San Juan, Mendoza, Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz, donde se espera la mayor desviación térmica respecto de los promedios históricos. En estas zonas, la probabilidad de temperaturas superiores a las normales se ubica entre el 50% y el 55%.

Temperaturas anómalas: qué nos espera para el trimestre mayo-julio en Argentina

También en la Ciudad y la provincia de Buenos Aires, La Pampa, Mesopotamia, Tucumán, Catamarca, La Rioja y el noroeste argentino se anticipa un invierno más cálido, con una probabilidad del 45% de superar las temperaturas promedio del período.

¿Por qué se espera un trimestre tan cálido?

El meteorólogo Marcelo Madelón explicó que el fenómeno responde a un calentamiento anómalo de las aguas del Atlántico, frente a la costa de Mar del Plata, posiblemente relacionado con una fase neutral del fenómeno El Niño–La Niña. “Estamos en una etapa de transición. No hay ni Niño ni Niña, pero los modelos climáticos anticipan que El Niño podría regresar más adelante en el año”, señaló.

Este contexto de neutralidad climática, sin embargo, ya está provocando temperaturas persistentemente más altas, tendencia que podría extenderse hasta fin de año. Los datos refuerzan un patrón que se viene consolidando desde 2010, con otoños e inviernos que, en términos generales, se ubican por encima del promedio térmico nacional.

Temperaturas anómalas: qué nos espera para el trimestre mayo-julio en Argentina

Lluvias: panorama incierto con foco en el NOA

En cuanto a precipitaciones, el informe del SMN destaca una elevada incertidumbre en regiones clave como la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y la Mesopotamia. No está claro si las lluvias estarán por encima, dentro o por debajo de los valores normales.

No obstante, hay zonas con previsión más definida. En el noroeste argentino —que incluye a San Juan, La Rioja, Salta, Jujuy y parte de Santiago del Estero—, se estima que las lluvias estarán por debajo de lo normal, con probabilidades de hasta el 55%. Una tendencia similar, aunque menos marcada, se observa para Mendoza, Neuquén y amplias áreas de la Patagonia.

Por el contrario, se espera que el centro-norte de Santiago del Estero, el centro-oeste de Chaco y Formosa, y el este de Salta experimenten precipitaciones superiores a lo habitual.

La anomalía térmica es parte de una tendencia de años

El SMN también publicó un informe retrospectivo que revela cómo, desde 2010, los otoños vienen registrando desvíos térmicos positivos con creciente frecuencia. Los casos más extremos se dieron en 2024 y 2015, con desviaciones de +1° y +1,3°, respectivamente. En contraste, 2023 fue el año más frío del período, con un promedio de -1,4° respecto del histórico.

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Un invierno diferente a lo habitual

El pronóstico para este trimestre confirma que el frío más riguroso podría tardar en llegar o incluso ser más moderado que en años anteriores, como parte de una anomalía que se acentúa en toda la región. Para quienes esperan un invierno tradicional, con bajas temperaturas sostenidas, el panorama se presenta incierto y atípico.

En este contexto, el SMN recomienda seguir de cerca las actualizaciones climáticas para adaptar tanto actividades cotidianas como decisiones productivas y energéticas a un invierno que, al menos en sus primeros compases, tendrá poco de invierno.