Con el sol todavía tibio de las primeras horas de la mañana de este viernes y el murmullo de los vecinos cubriendo la esquina, Villa Alem respira hoy una mezcla de alivio y expectativa. Durante años aquel terreno en la intersección de Jujuy y Lavaissé fue la fuente de reclamos y desvelo: líquidos cloacales estancados, un basural a cielo abierto, maleza que crecía sin control y la presencia de roedores y alimañas. Para quienes viven a pocas cuadras, la preocupación se sumaba a la inseguridad: el predio se había convertido en un foco que nadie quería enfrentar.

Pero la historia dio un giro en las últimas horas. El Sindicato de Vendedores de la Vía Pública (SIVEP) tomó posesión legal del terreno y presentó un plan ambicioso y esperanzador: transformar ese espacio degradado en un predio gastronómico y ferial capaz de albergar a más de 200 puesteros. Con una inversión aproximada de 96.000.000 de pesos, la propuesta incluye seis quinchos, iluminación integral, un escenario para espectáculos, sanitarios, caminería, parquización, una cerca perimetral y estacionamiento.

Todo ello con un cronograma intenso: la obra está pensada para completarse en menos de tres meses, con la vista puesta en una inauguración para el 1 de diciembre. La iniciativa despierta ilusión: además de darle vida a un predio abandonado, la remodelación promete generar actividad económica, espacios de encuentro y más seguridad visual y física en la manzana. Los futuros puestos y eventos atraerán movimiento y vecinos curiosos, y los quinchos y el escenario podrían convertirse en nuevos referentes culturales y gastronómicos del barrio.

Sin embargo, el proyecto no está exento de desafíos. Hay problemas que exceden la capacidad del sindicato y que requieren la intervención conjunta del gobierno provincial y del municipio. En particular, la afluencia de líquidos cloacales que hoy ingresan al terreno y la seguridad del canal que atraviesa la parcela son cuestiones estructurales que deben resolverse con obras hidráulicas, tareas de saneamiento y patrullaje coordinado.

La esperanza de los residentes es que, más allá de la inversión privada, exista voluntad política para atender esos puntos críticos y garantizar que la transformación sea sostenible en el tiempo. Los próximos meses serán determinantes. La rapidez con la que avance la construcción, la coordinación entre las partes y la participación activa de la comunidad marcarán si este sueño colectivo se concreta como un nuevo pulso para Villa Alem. Por ahora, lo que se percibe en la cuadra es un clima distinto: menos resignación y más ganas de volver a usar ese rincón de la ciudad.

Si todo sale según lo planeado, el 1 de diciembre no solo habrá una inauguración: habrá una bocanada de aire limpio y una promesa cumplida para quienes esperaron años por un cambio. La transformación de ese predio puede ser, con trabajo conjunto y compromiso, la historia de cómo un lugar contaminado y olvidado se convirtió en el corazón de un barrio. Y los vecinos, que tanto reclamaron, hoy miran con una sonrisa tímida y esperanzada el comienzo de esa nueva etapa.