Del súper al glaciar: un tucumano se animó a nadar en aguas heladas y contó su extrema preparación
Fernando Cruz, de 35 años, pasó de entrenar en una pileta climatizada a competir en el gélido Perito Moreno, en Santa Cruz. “Tuve que reprogramar mi cuerpo”, contó sobre el desafío que lo llevó del calor de Tucumán al frío polar.
Una tarde de verano, con 25 grados en Tucumán, Fernando Cruz tomó una decisión que cambiaría su rutina: dejar la comodidad de la pileta climatizada y enfrentarse a las aguas heladas del glaciar Perito Moreno. Sin experiencia en aguas abiertas y mucho menos a temperaturas extremas, pidió permiso en el supermercado mayorista donde trabaja y comenzó una preparación corta pero intensa para participar en la Winter Swimming World Cup Argentina, que se desarrolla en El Calafate.
“Esto de nadar en aguas abiertas es algo que nunca antes había imaginado. No era un sueño, pero me gusta innovar”, contó desde la Patagonia. El evento reúne este año a 150 nadadores de 17 países, todos dispuestos a sumergirse en aguas de apenas dos o tres grados… y sin trajes de neopreno.
Hasta hace dos meses, Fernando solo competía en crossfit y nadaba de forma amateur en piletas climatizadas. Todo cambió cuando vio en televisión una entrevista a Matías Olá, reconocido nadador argentino de aguas abiertas, que invitaba a sumarse a la edición 2025. “Ahí tengo que estar yo”, se dijo.
Crioterapia, meditación y duchas heladas
Con un empleo de medio tiempo y viajes en moto para sumar ingresos, reorganizó su vida para poder entrenar. “El primer mes fue acostumbrar el cuerpo —y sobre todo la mente— al frío”, explicó. Usó menos ropa, hizo meditaciones al aire libre en días fríos, se sometió a sesiones de crioterapia y adoptó duchas heladas. “Tenía que reprogramar mi cuerpo y hacer que volviera a su origen; si nuestros antepasados pudieron con el frío, nosotros también”, afirmó.
Para simular el entorno de competencia, pasó del agua quieta de las piletas al Dique El Cadillal y luego a la cascada del Río Noque, en el cerro San Javier, cuyas aguas de deshielo se acercaban a las temperaturas del glaciar.
Del espasmo inicial al podio
En El Calafate se anotó en cinco pruebas: 50 y 100 metros crol, y 50, 100 y 200 metros pecho. No pudo largar en la primera, pero en las demás llegó listo. “Meterse en esas aguas no es solo controlar la respiración y el cuerpo, es sentir que el frío es parte de uno”, explicó.
En los 100 metros pecho logró revertir el cansancio y en la prueba de 200 metros se quedó con la medalla de bronce en su categoría (30-39 años). “El primer objetivo era espiritual, esto fue como una terapia. El segundo era terminar las carreras, sin importar el tiempo. El desafío es contra uno mismo: si la mente se asusta, se descontrola todo”, reflexionó.
Ahora, asegura que volverá: “Es mucho más que la competencia; lo que más disfruto es lo que la naturaleza me dice cuando estoy en el agua. Hay un renacer, una nueva parte de mí que quiere seguir creciendo y experimentando este deporte”. /Nota TN