San Martín igualó 1-1 frente a Güemes de Santiago del Estero en un partido por la Primera Nacional cargado de emociones, donde la tormenta eléctrica no solo interrumpió el juego, sino que también marcó el punto de inflexión para la reacción del "Santo".

El equipo de Ariel Martos estuvo al borde de la derrota tras un primer tiempo errático, pero encontró el empate en la segunda mitad gracias a Juan Cuevas, quien pasó de villano a héroe en cuestión de minutos.

Un primer tiempo para el olvido

Con la posibilidad de adueñarse de la cima de la Zona A, San Martín salió a la cancha ante un estadio colmado y bajo una lluvia persistente. Sin embargo, el equipo nunca logró acomodarse en los primeros 45 minutos.

A los 30', un error de Juan Cuevas en salida terminó en una rápida jugada ofensiva de Güemes, que culminó con el gol de Mauro Albertengo tras una precisa asistencia de Maximiliano Álvarez.

El desconcierto se apoderó del "Santo". A pesar de los intentos de Juan Cruz Esquivel para desequilibrar y los pelotazos buscando a Martín Pino, la línea de cinco defensores del equipo santiagueño se mostró infranqueable.

La tormenta y la reacción

Cuando más lo necesitaba San Martín, un rayo obligó al árbitro Adrián Franklin a detener el partido. El plantel se refugió en el vestuario y Martos aprovechó el momento para reorganizar al equipo.

Su charla técnica tuvo un impacto inmediato: apenas reanudado el juego, a los 30 segundos, Esquivel filtró un pase preciso para Cuevas, quien definó con frialdad para el 1-1.

El festejo del "10" fue una mezcla de alivio y desahogo, después de haber sido blanco de las críticas tras su error en el gol rival. "Me siento culpable por la jugada del 1-0, pero yo juego y la voy a pedir siempre", declaró al finalizar el partido.

Un cierre con sabor agridulce

El segundo tiempo mostró a un San Martín renovado. Con la entrada de Gabriel Hachen, el equipo ganó en claridad y generó situaciones de peligro. Franco García insistía por los costados y Pino batallaba en el área, pero el gol del triunfo nunca llegó.

La más clara estuvo en los pies de Matías García, cuyo cabezazo pegó en el palo y dejó a La Ciudadela con un grito ahogado.

Con el pitazo final, San Martín se llevó un punto que pudo haber sido tres, pero también la certeza de que los errores se pagan caro.

La sensación en las tribunas fue de frustración y esperanza a la vez: el equipo tiene aspectos por mejorar, pero también mostró carácter para reaccionar en los momentos difíciles.

El camino hacia la cima de la tabla sigue abierto, pero con la lección de que cada detalle cuenta.