Oportunidad para la palta en Tucumán: pasos para modernizar la cadena productiva
Las posibilidades para expandir el cultivo en la provincia.
La palta, fruto de climas tropicales y subtropicales, ha pasado de ser una experiencia de ensayo a perfilarse nuevamente como una oportunidad productiva para Tucumán. Aunque hoy su demanda es alta tanto en el mercado nacional como en el internacional, su trayecto en la provincia ha sido sinuoso: inicios esperanzadores, retrocesos por factores técnicos y climáticos, y una reemergencia impulsada por viveristas y nuevos productores.
Las condiciones agroecológicas de Tucumán, especialmente en las zonas pedemontanas, son compatibles con los requerimientos del cultivo: ausencia de heladas severas, disponibilidad de agua y suelos profundos y permeables. No obstante, esas ventajas naturales no bastan: la experiencia histórica muestra que la adaptación de variedades, el manejo agronómico y la capacidad de respuesta ante eventos climáticos extremos son determinantes para la sostenibilidad del negocio.
Los primeros ensayos datan de la década del 70, con familias pioneras que introdujeron y evaluaron distintas variedades. Aquel empuje inicial declinó en las décadas siguientes, cuando limitaciones técnicas, desconocimiento en prácticas de cultivo y dificultades de mercado provocaron el abandono de plantaciones. Fue recién a comienzos de los 2000, con viveros locales que multiplicaron planta y conocimiento, cuando se vivió una nueva etapa de expansión.
Sin embargo, la vulnerabilidad del cultivo frente a heladas históricas —años críticos fueron 2011, 2013 y 2015— recordó la necesidad de integrar manejo agronómico y planificación territorial. Los efectos del frío provocaron caídas de producción que, en varios establecimientos, convirtieron la actividad en poco rentable. Esa fragilidad subrayó la importancia de mejorar aspectos técnicos como nutrición, riego, poda, control de plagas y enfermedades, polinización y poscosecha.
En la actualidad conviven factores favorables y pendientes. Un clima invernal más templado parece abrir nuevas oportunidades, pero encuestas y diagnósticos realizados por instituciones como INTA Famaillá evidencian brechas en investigación, tecnología, políticas de regulación y servicios de extensión. Además, problemas externos como la inseguridad rural suman incertidumbre a la cadena productiva.
Ante este escenario, la organización y la cooperación aparecen como condiciones necesarias para transformar potencial en resultados. Productores de la nueva generación impulsan la idea de sumar esfuerzos por encima de la competencia: trabajar en una mesa intersectorial, conformar una cámara o crear asociaciones que articulen el sector, faciliten el acceso a mercados, promuevan el intercambio de experiencias y definan estrategias comunes frente a riesgos climáticos y sanitarios.
El rol del Estado y de las instituciones técnicas es central en ese proceso: políticas de acompañamiento, inversión en investigación aplicada, capacitación en manejo integrado y servicios de control fitopatológico fortalecerían la cadena. En este sentido, el trabajo de INTA Famaillá con servicios técnicos especializados —por ejemplo, en el control de la tristeza del palto causada por Phytophthora cinnamomi— constituye un primer avance para acompañar a los productores y atender una de las principales limitantes sanitarias.
Tucumán reúne condiciones naturales y un impulso productivo que podrían posicionarla como una de las regiones palteras del norte argentino. No obstante, esa posibilidad dependerá de la capacidad colectiva para integrar conocimiento, infraestructura y políticas públicas, y de la voluntad de construir redes que permitan gestionar riesgos, mejorar la productividad y acceder a mercados con valor agregado. El desafío es grande, pero la experiencia acumulada y el reciente interés por el cultivo muestran que, con coordinación y visión estratégica, la palta puede convertirse en una fuente sostenida de desarrollo regional.