Producción de café en Argentina: Salta, Tucumán, Corrientes, Misiones y Jujuy en expansión
El producto “Made in Argentina” se presenta con una paleta de sabores que abarca desde notas cítricas e intensas hasta matices florales y achocolatados.
En Atlas del café, la reciente obra del periodista y sommelier Nicolás Artusi que propone una “vuelta al mundo en 80 países cafeteros”, la presencia argentina se reduce a unas quince líneas que aluden a plantaciones dispersas. No obstante, diversos actores del sector y el propio autor sostienen que ese perfil modesto podría profundizarse notablemente en los próximos años.
Registros oficiales y privados coinciden en que ya hay al menos cinco provincias argentinas donde se cultivan cafetos: Salta, Tucumán, Corrientes, Jujuy y Misiones. La planta —con su fruto rojo que recuerda a una cereza y que guarda en su interior los granos del café— convive hoy con una realidad comercial en la que la Argentina importa por cerca de 203.000.000 de dólares anuales, proveniente fundamentalmente de Brasil y Colombia.
Salta lidera por ahora con 35 hectáreas plantadas; le sigue Tucumán con 23 hectáreas que, según estimaciones tras las primeras pruebas organolépticas, podrían expandirse hasta 8.000 hectáreas en un proyecto de gran envergadura. A estas provincias se suman Corrientes, Jujuy y Misiones, con pequeñas plantaciones que prometen ampliarse en breve. Además, se realizan ensayos en Catamarca, La Rioja, Córdoba y Entre Ríos, y algunos optimistas visualizan en este cultivo un futuro similar al que vivió la vid con el Malbec.
La historia del café argentino
En la última edición de la feria Exigí buen café, uno de los stands más llamativos ofrecía arbustos de cafeto de hojas lustrosas, una postal tropical que despertó interés entre visitantes urbanos. Detrás de esa iniciativa está Tomás Forte, ingeniero agrónomo de Córdoba, que impulsa proyectos y asesora a quienes apuestan por la planta en distintas provincias.
Forte recuerda que la producción de café en la Argentina no es completamente novedosa: hubo plantaciones activas hasta los años noventa que luego fueron abandonadas. Menciona antecedentes en Campo Grande (Misiones), en el ingenio Ledesma y en la finca Los Cafetales (Jujuy), así como iniciativas en Salta y Catamarca. Incluso hay registros históricos que dan cuenta de café en Tucumán desde la época de los jesuitas y constancias de cafetales en La Rioja en 1933.
El actual impulso se enmarca, además, en cambios climáticos que han desplazado hacia el sur la frontera entre lo tropical y lo subtropical. “En los últimos 22 años, esa frontera que pasa por el norte de Argentina se está modificando: las plantas tropicales avanzan sobre las subtropicales. Ahora podemos plantar café, ananá, mango y maracuyá con resguardos”, explica Forte.
Cómo es el café argentino
Hasta hoy, el único café argentino comercialmente disponible proviene de las yungas salteñas, en la selva de Orán. La marca Baritú —que nombra al cercano parque nacional— produce cantidades mínimas y sólo se degusta en sus locales de Salta y Jujuy. El periodista y sommelier Nicolás Artusi lo describe como un arábica de perfil suave y perfumado, con notas de chocolate, avellana o flores: un café amable que, si se cultiva con las condiciones adecuadas, puede considerarse de especialidad.
Artusi sugiere que Baritú es una referencia útil para imaginar el potencial cafetero argentino: su perfil se parece al de la producción del sur de Brasil —como el estado de Paraná— que limita con Misiones.
Entre los proyectos más ambiciosos figura el convenio entre la empresa Cabrales y el gobierno de Tucumán, a través del IDEP. En Pedemonte se desarrollan 23 hectáreas de prueba con variedades como Geisha, Bourbon, Castillo y Pacamara, en una etapa inicial que, según la firma, podría llegar a 8.000 hectáreas. Los perfiles organolépticos completos se conocerán en las próximas cosechas, pero las investigaciones preliminares indican diferencias regionales: acidez brillante y notas cítricas en el NOA; cuerpo denso, dulzor y guiños a cacao y yerba mate en el NEA.
Forte comparte una visión regionalizada: cafés más concentrados y ácidos en el noroeste y sabores más suaves, florales y chocolatosos en el noreste. Describe además distintas estrategias productivas en cada provincia: modelos similares al brasileño en Misiones, aproximaciones paraguayas en Corrientes, cruces genéticos con variedades colombianas en Tucumán y sistemas intensivos en Salta.
Para quienes trabajan en esta etapa incipiente, la clave es la colaboración: asociarse, capacitarse y evitar la competencia estéril para construir un producto competitivo y de calidad. “En materia de café argentino está todo por descubrirse. No hay un techo. Nunca vamos a llegar a producir todo lo que consumimos, pero podemos generar un nicho de especialidad”, aconseja Forte.
El futuro del café argentino todavía está en la semilla, pero la expectativa ya germinó: dentro de cinco años la discusión podría dejar de ser si los argentinos tenemos café propio y convertirse en cuál de nuestras regiones elegimos para la taza.