La reciente introducción en Estados Unidos de una versión de Coca-Cola elaborada con azúcar de caña, en sustitución del habitual jarabe de maíz de alta fructosa, constituye un movimiento relevante tanto en la industria de bebidas como en las relaciones comerciales agroindustriales entre Argentina y el mercado norteamericano. La compañía confirmó la distribución inicial en ciudades y comercios selectos tras un anuncio público en julio, en el que se indicó que el cambio respondía a una solicitud formulada por el presidente Donald Trump.

Variantes internacionales de Coca-Cola, como la comercializada en México, ya emplean azúcar de caña, y la propia multinacional utiliza ese endulzante en otros productos presentes en Estados Unidos, entre ellos ciertas limonadas, tés helados y bebidas de café enlatado. La sustitución del jarabe de maíz —un edulcorante más barato y ampliamente adoptado por la industria— por azúcar de caña en un mercado del tamaño del estadounidense puede tener efectos tanto en la cadena de suministro como en la demanda de materias primas a nivel global.

Producción de Coca-Cola con caña de azúcar: posible impacto para Tucumán y su industria azucarera

Desde el punto de vista sanitario, especialistas han señalado que la sustitución del tipo de endulzante no altera de manera sustancial el perfil de riesgo asociado al consumo de bebidas azucaradas: tanto las formulaciones con jarabe de maíz de alta fructosa como las elaboradas con azúcar de caña contribuyen a la ingesta calórica y a los problemas de salud pública relacionados con el exceso de azúcares.

En paralelo con ese cambio en la receta de un producto emblemático, el Gobierno argentino adoptó una medida normativa orientada a potenciar las exportaciones de azúcar crudo hacia Estados Unidos. La Resolución 178/2025 de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca, vigente desde el 1 de octubre, distribuye una cuota arancelaria de 44.178,3 toneladas de azúcar crudo con una polarización mínima de 96 grados para el ciclo 2025-2026. El reparto prioriza a empresas con antecedentes exportadores y excluye aquellas operaciones ya realizadas dentro del mismo contingente, favoreciendo principalmente a ingenios, comercializadores y productores cañeros del noroeste argentino, regiones tradicionalmente vinculadas a la producción azucarera como Tucumán, Salta y Jujuy.

La combinación de demanda internacional por azúcar de caña —impulsada por decisiones comerciales de grandes compradores— y un esquema de asignación de cupos orientado a agentes con historial exportador puede traducirse en mayores oportunidades para el sector azucarero argentino. No obstante, el impacto real dependerá de factores adicionales: precios internacionales, costos logísticos, requisitos fitosanitarios y contratos comerciales a mediano plazo.

Producción de Coca-Cola con caña de azúcar: posible impacto para Tucumán y su industria azucarera

Finalmente, cabe situar esta dinámica en un contexto más amplio del mercado de bebidas: Coca-Cola registra crecimientos en sus líneas sin azúcar y en opciones de menor densidad calórica —por ejemplo, el crecimiento informado de Coca-Cola Zero Azúcar—, al tiempo que diversifica su portafolio con marcas de agua y bebidas funcionales. Esa estrategia apunta tanto a cambios en las preferencias de los consumidores como a una respuesta a presiones regulatorias y de imagen sobre el consumo de azúcares.

En síntesis, la adopción de azúcar de caña por parte de un actor global como Coca-Cola y la normativa argentina que asigna cupos de exportación conforman señales cruzadas: por un lado, generan oportunidades comerciales para la cadena productiva azucarera argentina; por otro, reavivan el debate sobre salud pública y las verdaderas implicancias de sustituir un tipo de edulcorante por otro en productos ultraprocesados.