Trabajadores de SanCor piden la quiebra: causas, consecuencias y próximos pasos
En asamblea, ATILRA resolvió solicitar la quiebra con continuidad productiva ante una cooperativa que acumula pasivos laborales superiores a $14.000 millones, incluidos salarios y aguinaldos impagos
La histórica cooperativa SanCor atraviesa una jornada crítica, una que parece condensar décadas de trayectoria en una encrucijada decisiva. Fundada en 1938, llegó a ser la principal empresa láctea del país; hoy, con plantas paralizadas, obligaciones impagas y una estructura que no consigue readecuarse, sus trabajadores decidieron avanzar con una medida extrema: solicitar la quiebra en el juzgado donde tramita el concurso preventivo.
La decisión fue tomada por unanimidad en una asamblea extraordinaria de ATILRA y será formalizada en la sede judicial de Rafaela. No se trata, aclararon los delegados, de una clausura inmediata de la actividad sino de plantear la figura de quiebra con continuidad de la explotación. Esa vía pretende, en principio, preservar los establecimientos fabriles y las fuentes de trabajo mientras se exploran alternativas de gestión o la entrada de inversores que puedan recomponer la operación.
El detonante son los incumplimientos reiterados: según los trabajadores, la empresa adeuda salarios desde abril, el aguinaldo del primer semestre y aportes sociales. Denuncian que esos faltantes se informaron mes a mes a la sindicatura y al juez del concurso. El pasivo laboral sólo en los últimos cinco meses ya supera los $14.000 millones, mientras que la compañía reconoce 1.860 créditos laborales preconcursales por cerca de $69.000 millones. ATILRA sostiene que la concursada no respondió a más de 2.500 intimaciones de pago cursadas por sus empleados, lo que para la organización evidencia la “impotencia patrimonial, la insolvencia generalizada y la cesación de pagos”.
La actividad productiva refleja ese declive: SanCor procesa hoy alrededor de 50.000 litros diarios de leche, un volumen marginal frente a su capacidad histórica. En el último año la plantilla se redujo en 500 puestos por retiros voluntarios, jubilaciones y despidos, quedando en torno de 850 trabajadores. El 90% de sus plantas industriales está inactivo; la excepción es la planta de Devoto, en Córdoba, que logró una reactivación parcial mediante un contrato de fasón con la firma Elcor, para elaborar mantecas y cremas con insumos provistos por esa empresa. Pero ese acuerdo técnico resulta insuficiente para revertir la crisis estructural: faltan leche cruda, caen las ventas internas y se perdió presencia en góndolas.
El concurso de acreedores, abierto a comienzos del año, tampoco consiguió encauzar una salida. Tras la verificación de créditos se abrió el período de impugnaciones y observaciones, pero la cooperativa no presentó un plan de reestructuración ni convocó a negociar con los actores principales. Desde el gremio subrayan que el incumplimiento sistemático de obligaciones básicas —salarios, cobertura alimentaria y salud para empleados y sus familias— demuestra que la empresa no puede sostenerse en las condiciones actuales. Por ello pidieron a las autoridades sindicales que se active la búsqueda de inversores y soluciones que permitan mantener instalaciones y puestos de trabajo.
En paralelo, representantes de acreedores y abogados han cuestionado la gestión y la falta de transparencia. Existen, dijeron, causas penales vinculadas a la retención indebida de aportes previsionales y sindicales. Advirtieron, además, que si la quiebra avanza en los términos habituales, ni los trabajadores ni los productores cobrarán la mayor parte de sus créditos; se priorizan el Estado y ciertos acreedores privilegiados. Los intentos de rescate no han faltado: propuestas de capitales nacionales y extranjeros, desde Adecoagro y Fonterra hasta un fideicomiso con apoyo estatal en 2021, se diluyeron por falta de consenso sobre el pasivo real y resistencias internas al ingreso de capital externo.
Hoy, la propuesta de quiebra con continuidad marca un punto de inflexión: confiere un marco legal distinto para administrar la crisis, pero no garantiza por sí misma la continuidad operativa ni la recuperación de su rol en el mercado. El futuro de SanCor queda, por ahora, en manos de la Justicia y de la capacidad de atraer interesados dispuestos a invertir en una estructura dañada pero con instalaciones y know‑how históricos. Si no se logra una alternativa viable, la cooperativa que durante décadas fue emblema del sector lácteo argentino corre el riesgo real de desaparecer como actor productivo y social. La decisión sindical que hoy impulsa la quiebra abre una nueva etapa que definirá si SanCor puede reconvertirse o si su historia llega a su fin.