Hoy, 13 de agosto de 2025, se cumplen 100 años del nacimiento de Carlos Salim Balaá, más conocido como Carlitos Balá, el hombre que se convirtió en sinónimo de humor sano y ternura para varias generaciones de argentinos.

Desde sus inicios como cuentachistes en los colectivos de la línea 39, hasta su consagración como una figura central del entretenimiento familiar, Balá construyó una carrera que se cimentó en el cariño genuino de su público y en una creatividad inagotable. Su legado, que va mucho más allá de un simple "ea-ea-pe-pé", es un testimonio de cómo la simpleza y el amor pueden trascender el tiempo y unir a un país entero.

Del colectivo al firmamento de la televisión

La historia de Balá es una oda a la perseverancia. En una época en la que la radio y el cine dominaban el entretenimiento, este joven porteño encontró en la rutina de la línea 39 de colectivos su primer escenario. Con el murmullo de los motores y el ir y venir de los pasajeros como telón de fondo, Balá perfeccionó su arte, aprendiendo a captar la atención de su público con chistes y monólogos.

Fue esa experiencia la que le abrió las puertas de la radio y, finalmente, de la televisión. Con su inconfundible flequillo y una sonrisa que podía iluminar cualquier estudio, el “show de Carlitos Balá” se convirtió en un ritual sagrado para millones de familias. Programas como "El show de Carlitos Balá" o "Balabasadas" no solo entretenían, sino que también inculcaban valores de amistad, respeto y compañerismo.

A casi tres años de su partida, el espíritu de Carlitos Balá sigue vivo
A casi tres años de su partida, el espíritu de Carlitos Balá sigue vivo

Un universo de frases y gestos que perduran en el tiempo

La genialidad de Balá residía en su capacidad para crear un lenguaje propio, un código de complicidad que se transmitía de padres a hijos. El famoso “gestito de idea”, el “ea-ea-pe-pé”, el inolvidable “chupetómetro” y la clásica pregunta “¿Qué gusto tiene la sal?” son solo algunas de las joyas de su repertorio.

Estos gestos y frases no eran meras ocurrencias, eran herramientas para conectar con los niños, para invitarlos a participar de un mundo de fantasía y risas. El chupetómetro, en particular, se transformó en un ritual emotivo donde miles de chicos, con lágrimas y sonrisas, le decían adiós a su chupete. Era un rito de paso, un gesto de confianza en un ídolo que prometía cuidar de su tesoro más preciado.

El chupetómetro, el invento legendario de Balá
El chupetómetro, el invento legendario de Balá

Un legado de ternura y humor para el alma

A casi tres años de su partida, el espíritu de Carlitos Balá sigue vivo. Su figura no solo evoca la nostalgia de una infancia feliz, sino que también nos recuerda la importancia de la alegría, el respeto y la inocencia. En un mundo cada vez más complejo y acelerado, su humor sencillo y puro es un bálsamo para el alma.

Nos enseñó que la felicidad puede encontrarse en las cosas más simples, en un gesto de amistad, en un chiste compartido, en una pregunta aparentemente sin respuesta. Carlitos Balá fue, en esencia, un poeta de la alegría, un artista que supo pintar de colores la vida de varias generaciones y cuyo recuerdo, sin duda, perdurará para siempre.

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