Desde minutos antes de las 10 de la mañana ya era posible ver a cientos de fanáticos de Lali Espósito apostados sobre el enorme ventanal que los estudios de Olga poseen en Palermo, desde donde se emite el ciclo Soñé que volaba, conducido por Migue Granados, acompañado por Lucas Fridman y Gimena Accardi, quien está reemplazando a Sofi Morandi.

El comienzo de la charla versó sobre cómo la cantante toma el hecho de ser constantemente mirada y la exposición: “Debo admitir que yo fui bastante inconsciente por la vida siempre, porque me sentí con la energía suficiente para afrontar muchas cosas que tenían que ver con esa mirada de tanta gente y esa energía de tanta gente sobre vos, y esa expectativa de la gente sobre uno, y yo iba siempre inconsciente, como bueno, me manejo como soy, y debo admitir que en la adultez entendí un poco que me debo cuidar un poquito”.

Según explicó: “Tuve un charla con una chamana, muy interesante, hace un par de días, y me dijo algo que uno cree que sabe, pero no lo tenía tan presente, como que me dedico a la música que es vibración, y desde que el mundo es mundo los sonidos llevan vibraciones que traen ángeles y demonios. Cuando hacés un concierto despertás todo lo luminoso y también se despiertan energías que no son tan luminosas cuando uno se dedica a la música o a esas vibraciones tan fuertes, con ese junte de tanta gente. Me dijo que hay que hacer una cuidadita”.

La intérprete reconoció que tras un show es muy difícil bajar la adrenalina: “Es real que entregás un montón. Se sirven de vos porque es el plato que les ofrecés, pero hay que entender que después de servir hay que cuidar para poder después seguir sirviendo, porque si no, vas quedando cada vez medio vacío”.

Retomando el tema de cómo mantenerse en eje, reconoció que todo comenzó de un par de años a esta parte: “Los últimos dos años he tenido vivencias y he conectado con cosas donde la vida me está dando la oportunidad de verlo a tiempo. Este trabajo te conecta todo el tiempo con el ‘dale, dale, dale, hay que laburar porque tengo la posibilidad’, que está rebueno, te mantiene activo, pero sí tuve que parar y pensar una pregunta que para mí es clave, y es para qé estaba haciendo esto”.

 
 
 
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Tras ello, Lucas Fridman le consultó si ya había encontrado ese para qué, y la respuesta de Lali fue sincera y directa: “No tengo la más puta idea”. Y es que como ella misma aclara, el arte, desde chico, es como un juego, remitiendo a sus momentos en que era parte de la factoría Cris Morena: “A los 10 años no sabés qué estás haciendo, es como un pibito que va a fútbol a la tarde, es lo mismo, es hacer una actividad que te divierte”.

Además, aclaró que en esa época en que ella comenzaba sus primeros pasos en la actuación, no existían los horarios para el trabajo infantil, como sí sucede en la actualidad, donde el tope horario de un menor para una filmación no supera las 5 horas: “Nosotros grabábamos 12 horas, salíamos de la escuela, íbamos a grabar y terminábamos a la noche como cualquier adulto. El cámara terminaba su laburo y vos también, pero vos tenías 11 años”.

Es en medio de ese panorama que quienes deben poner especial atención sobre los menores son los propios padres, y de eso destacó: “Es que están obligados en poner atención en vos. Primero porque sos menor, te llevan, te esperan, te traen, y tenés toda esa situación de mucho apoyo de los padres. Y después emocionalmente, porque tus viejos, cuando son buena gente, en general, están atentos a cómo estás. Y hay padres de todo tipo, yo he visto niños que se nota que no querían esta ahí y el padre feliz con su profesión frustrada. Es como el padre que putea en la tribuna en el fútbol de sus hijos”.