En 1996 estaban empezando a verse los frutos del trabajo de Gilda y su equipo. Gracias a algunos temas exitosos llegaron los shows en varias partes del país. En medio de la gira, el 7 de septiembre de 1996, Gilda y su banda se dirigían a dar un concierto en Chajarí, Entre Ríos.

Cuando caía la tarde en el kilómetro 129 de la Ruta 12 un camión embistió de frente al ómnibus de gira de Gilda. En el accidente murieron Gilda, el conductor del ómnibus, tres músicos de la banda, su hija y madre. Su hijo y su pareja sobrevivieron al choque.

En el lugar del accidente, donde quedó para siempre la carcasa del autobús, se fue montando un santuario popular que se convirtió también en destino obligado para fanáticos. Gilda se fue transformando en una figura de tinte religioso. Imaginariamente beatificada y objeto de devoción popular. Sus fotos se llegaron a vender en la puerta de algunas iglesias y la gente le rezaba y le pedía bendiciones.

Los dos mitos alrededor de la muerte de Gilda

A partir de estos fenómenos, la figura de Gilda se fue agigantando en el imaginario popular y surgió el primer mito, el de su enorme popularidad. Se suele decir que Gilda alcanzó su fama después de muerta, no antes. Al momento del accidente, el gran público todavía no la conocía.

Un ejemplo es el espacio que el diario Clarín le dedicó a publicar su fallecimiento, apenas un pequeño recuadro perdido en una página cuyo título era “Otra vez en la ruta de la muerte”. Ni siquiera se mencionaba a Gilda, recién se hacía alusión a su nombre en el tercer párrafo diciendo: “los ocupantes de la casa rodante pertenecían al grupo bailantero Gilda”.

Toti Giménez, ex productor de la cantante, contaría años después que Gilda sentía que su carrera no tenía la repercusión que ella esperaba ni en cuanto a público ni en cuanto al dinero que ganaba y estaba pensando en dejar de cantar. Se había puesto como plazo diciembre de ese año, pero la muerte la sorprendió tres meses antes.

¿Cómo se hizo “No es mi despedida”?

Uno de los mitos más grandes alrededor de Gilda es que, con el tiempo, uno de sus temas que más ha perdurado en el cancionero popular es su hit póstumo “No es mi despedida”. Por casualidad o por premonición, Gilda había grabado por primera vez y de manera casera esa canción unos días antes de su muerte. Los versos de la canción dicen:

“Quisiera no decir adiós, pero debo marcharme

No llores por favor no llores porque vas a matarme

No pienses que voy a dejarte, no es mi despedida

Una pausa en nuestra vida, un silencio entre tú y yo

Recuérdame en cada momento porque estaré contigo

No pienses que voy a dejarte porque estarás conmigo

Me llevo tu sonrisa tibia, tu mirada errante

Desde ahora en adelante vivirás dentro de mí

Yo por ti volveré, tú por mí espérame, no me olvides”

Lo que se dijo es que luego del accidente, casi como algo sobrenatural, el casete con la canción cantada a capella había sido encontrado a la vera del camino junto al micro. Esta historia que parece haber sido una jugada de marketing para crear más mística alrededor de la figura de Gilda, no es cierta.

Toti Giménez contaría que la canción había quedado grabada en una portaestudio de 4 canales que él tenía en su casa. Luego sería editada en el álbum póstumo llamado “Entre el cielo y la tierra”.