El impacto del cambio climático sobre los patrones migratorios no genera desplazamientos masivos, sino una creciente desigualdad en la capacidad de las personas para abandonar las zonas más afectadas. Así lo advierte un estudio internacional publicado en la revista Nature Communications, que expone cómo factores como la edad y la formación académica definen quién puede migrar y quién queda atrapado frente al aumento de las temperaturas y los eventos climáticos extremos.

Un modelo más preciso para entender la migración

La investigación fue liderada por Hélène Benveniste, profesora de ciencias sociales ambientales en la Escuela de Sostenibilidad Doerr de la Universidad de Stanford, junto a Peter Huybers (Universidad de Harvard) y Jonathan Proctor (Universidad de Columbia Británica). El equipo analizó más de 125.000 casos de migración transfronteriza desde 168 países hacia 23 destinos, y más de 480.000 desplazamientos internos en 71 naciones.

Cada caso fue clasificado según edad, sexo, nivel educativo, lugar de origen y destino, permitiendo identificar 32 grupos demográficos. Estos datos fueron cruzados con registros diarios de temperatura y humedad del suelo, dos variables clave en la seguridad alimentaria y el bienestar.

El modelo desarrollado, que incorpora las diferencias demográficas, logra predecir los flujos migratorios hasta 12 veces mejor en movimientos internacionales y cinco veces mejor en desplazamientos internos que los enfoques previos, que asumían una respuesta uniforme ante el estrés climático.

El clima no impulsa migraciones masivas, pero sí marca diferencias

A pesar de la sofisticación del modelo, los investigadores aclaran que el clima explica menos del 1 % de los cambios históricos en la migración internacional. Las decisiones de migrar dependen de múltiples factores sociales, económicos y políticos.

Sin embargo, el estudio aporta hallazgos significativos: tras episodios de calor extremo, los niños menores de 15 años tienen menos probabilidades de migrar a otro país, mientras que los adultos con bajo nivel educativo —sobre todo mayores de 45 años— muestran una mayor propensión a desplazarse.

En cambio, los adultos con educación superior rara vez modifican sus patrones migratorios en respuesta directa al clima. “Nuestros resultados indican que muchas de las personas más vulnerables al cambio climático no podrán escapar del peligro”, advierten los autores.

Esta dinámica configura una “doble penalización”: quienes tienen menos recursos para adaptarse al cambio climático también enfrentan mayores barreras para usar la migración como vía de supervivencia, especialmente a medida que aumentan las temperaturas globales.

Las diferencias también se reflejan a nivel interno

En el ámbito de los desplazamientos dentro de un mismo país, las condiciones locales tienen mayor peso. “Los efectos del estrés climático en la decisión de mudarse internamente dependen más del contexto climático regional y de la demografía”, explicó Benveniste.

Por ejemplo, en zonas tropicales, un solo día con temperaturas superiores a 39 °C (cuando el promedio ronda los 30 °C) se asocia con un aumento del 0,5 % en las tasas de migración interna entre adultos con estudios superiores. Este efecto no se observa entre quienes solo completaron la educación primaria.

Asimismo, las sequías extremas en regiones áridas generan un incremento en los movimientos internos, especialmente entre personas con bajo nivel educativo. No obstante, el estudio no encontró evidencia de grandes olas migratorias cruzando fronteras como consecuencia directa de fenómenos climáticos.

Qué pasará en el futuro: proyecciones al 2100

El equipo proyectó escenarios futuros considerando un aumento de la temperatura media global superior a 2,1 °C respecto a los niveles preindustriales. Bajo estas condiciones, para el año 2100 se estima un incremento del 25 % en las tasas de migración entre adultos mayores y con menor nivel educativo. En contraste, entre los jóvenes con bajo nivel educativo, la migración podría reducirse hasta en un 33 %.

Estas variaciones, explican los autores, superan ampliamente los cambios del 1 al 5 % observados al analizar los promedios poblacionales sin segmentar por grupos.

Para aislar el efecto del clima, el modelo asumió que factores como políticas migratorias, conflictos y mercados laborales permanecen constantes. “Nuestro objetivo no fue predecir cuántas personas se moverán en las próximas décadas, sino entender cómo el estrés climático puede alterar quién tiene la capacidad de moverse y quién no”, aclaró Benveniste.

Conclusión: el desafío de migrar en un mundo desigual

El estudio destaca la necesidad de repensar las políticas migratorias y de adaptación al cambio climático. “Esperamos que los responsables políticos usen estos hallazgos como base para atender de manera más precisa las necesidades de los distintos grupos demográficos. No solo debemos responder a quienes se desplazan, sino también a quienes no pueden hacerlo”, concluyó la investigadora.