El 30 de septiembre de 2023, un evento significativo se llevó a cabo en el Vaticano: el cardenal norteamericano Robert Francis Prevost recibió su birrete rojo de manos del papa Francisco, un símbolo de su nueva posición dentro de la jerarquía de la Iglesia Católica. Este acto no solo marcó un hito en su carrera, sino que también representó un cambio radical en su estilo de vida y en sus prioridades diarias. 

Prevost, arzobispo emérito de Chiclayo, Perú, compartió en una entrevista su afición por el tenis, un deporte que ha cultivado a lo largo de los años. Reconoció que, desde su partida de Perú, ha tenido escasas oportunidades de practicar este deporte que tanto disfruta. En sus palabras, se percibe una mezcla de nostalgia y anhelo por regresar a las canchas, donde se siente más en sintonía consigo mismo. Sin embargo, a sus 69 años, la realidad que se presenta ante él es compleja. 

El nuevo rol como cardenal implica un aumento en sus responsabilidades y compromisos, lo que probablemente limitará su tiempo libre y, por ende, su oportunidad de jugar tenis. Este cambio de vida representa no solo un desafío profesional, sino también personal, ya que Prevost deberá encontrar un equilibrio entre su vocación religiosa y sus pasiones personales. El cardenal Prevost, consciente de esta nueva etapa, se enfrenta a un futuro donde el tiempo para actividades recreativas podría ser escaso. 

La vida religiosa, con sus exigencias y deberes, transforma la rutina diaria, invitando a la reflexión sobre las prioridades y el manejo del tiempo en un contexto de servicio y dedicación. Así, la historia de Prevost es un recordatorio de que los cambios significativos en la vida a menudo traen consigo la renuncia a ciertas placeres y hobbies, en pro de un compromiso más amplio con la comunidad y la espiritualidad. Su deseo de regresar a la práctica del tenis se convierte en un símbolo de las renuncias que a veces se deben hacer al asumir roles de gran responsabilidad.

Tuvieron que pasar 266 papas para que finalmente el trono de Pedro fuera ocupado por un norteamericano, algo que parecía imposible. Nacido en Chicago y con ciudadanía peruana por su trabajo de casi 20 años en el país sudamericano, Prevost hizo historia al convertirse hoy en el primer pontífice de Estados Unidos y el segundo del continente americano, luego de ser electo por la mayoría de los cardenales en el cónclave para suceder al fallecido Jorge Bergoglio.