Cambio climático y malaria: el riesgo de brotes récord que podría afectar a 1.300 millones de personas en África para 2050
El aumento de las temperaturas, las lluvias extremas y la expansión geográfica del mosquito Anopheles amenazan con revertir décadas de avances contra la malaria. Organismos internacionales advierten que el cambio climático podría causar más de medio millón de muertes adicionales en África antes de 2050.
La malaria, una enfermedad transmitida por mosquitos Anopheles infectados con parásitos del género Plasmodium, sigue siendo una de las principales amenazas sanitarias del planeta. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2023 se registraron 263 millones de casos y 597.000 muertes en 83 países, de los cuales el 94% ocurrió en África.
En el sur del continente, la situación empeora. Botsuana, Esuatini, Namibia y Zimbabue registran brotes que superan ampliamente sus promedios históricos. En este último país, hasta julio de 2025 los casos casi se cuadruplicaron y las muertes se multiplicaron por seis respecto al mismo período del año anterior. Según The Economist, el cambio climático podría estar detrás de este repunte.
Por qué el clima impulsa la expansión
El calentamiento global prolonga las temporadas de transmisión, acelera el desarrollo del mosquito y expande su rango geográfico. Las lluvias intensas, cada vez más frecuentes, inundan ríos y dejan charcos estancados que sirven como criaderos. En zonas donde la población tiene poca inmunidad, el riesgo de brotes es mayor. Aunque regiones como el Sahel podrían volverse demasiado cálidas para el mosquito, se trata de áreas poco pobladas.
Fenómenos extremos agravan la crisis. En Mozambique, las inundaciones de diciembre de 2024 destruyeron 70.000 viviendas y afectaron a 500.000 personas. Con el agua estancada, el mosquito prolifera, mientras que la población desplazada pierde la protección de las casas tratadas con insecticidas y el acceso a atención médica.
El Malaria Atlas Project (MAP) proyecta que, entre 2030 y 2049, el cambio climático podría provocar hasta 550.000 muertes adicionales por malaria en África, el 90% vinculadas a fenómenos extremos. Para 2050, unos 1.300 millones de africanos podrían vivir en zonas donde controlar la enfermedad será más difícil.
Respuestas y desafíos
Algunos países logran contener la transmisión. Sudáfrica mantiene baja incidencia gracias a un clima menos favorable al mosquito y campañas sostenidas durante décadas. Sin embargo, el calentamiento global podría transformar partes del país en áreas más cálidas y húmedas, aumentando el riesgo.
En la frontera con Mozambique, Sudáfrica aplica controles móviles: promotores ofrecen pruebas rápidas de malaria a los viajeros y entregan medicación gratuita en caso positivo, sin frenar su desplazamiento. Otra estrategia experimental consiste en liberar mosquitos machos esterilizados para reducir la población vectora.
La vacunación es otra herramienta prometedora: dos nuevas fórmulas previenen cerca de la mitad de los casos en menores de cinco años y han reducido la mortalidad infantil en un 13% en ensayos en Ghana, Kenia y Malaui.
Expertos advierten que integrar datos climáticos en los sistemas de vigilancia será clave para anticipar brotes. Iniciativas como el programa TDR, respaldado por la ONU, trabajan con ministerios de salud de países como Senegal y Nigeria para vincular información meteorológica y epidemiológica, optimizando así la respuesta ante un riesgo creciente.