El fin de semana, España sufrió una DANA (depresión aislada en niveles altos) atípica para el mes de julio. Si bien las DANAs se han registrado en julio anteriormente (por ejemplo, en 2017 y 2012), su ocurrencia es más habitual en otoño. 

Este evento se caracteriza por su intensidad y rareza. Expertos atribuyen este fenómeno a una atmósfera "dopada" por temperaturas superficiales y marinas más altas de lo normal. Este año, el Mediterráneo registró una anomalía térmica de 7°C, generando mayor energía y propiciando temporales violentos. 

Castellón experimentó el día más lluvioso de julio en su historia como consecuencia de esta inestabilidad. La relación con el cambio climático se encuentra en la alteración de la corriente en chorro: sus ondulaciones, más frecuentes según las observaciones, permiten que el aire frío descienda, chocando con el calor anómalo en superficie y generando este tipo de DANAs fuera de época. Este hecho sugiere una mayor frecuencia de DANAs atípicas en el futuro.

Las DANAs no son nuevas, pero sí lo es su creciente intensidad. El calentamiento global está alterando patrones climáticos tradicionales y haciendo que fenómenos como este produzcan lluvias más extremas en menos tiempo. El aire más cálido retiene más humedad, y mares como el Mediterráneo —cada vez más calientes— aportan más energía a estos sistemas.

Las consecuencias están a la vista: inundaciones súbitas, infraestructuras desbordadas y un impacto social y económico cada vez mayor. La ciencia ya no habla en potencial: este tipo de eventos serán más frecuentes y más graves si no se actúa con firmeza frente al cambio climático. Lo que hasta hace poco era excepcional, empieza a volverse costumbre.