En el primer día de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, fue uno de los primeros mandatarios en intervenir y concentró la atención en su postura sobre el reconocimiento de un Estado palestino. Desde la sede de la ONU en Nueva York, criticó las decisiones de ciertos países y sostuvo que ese gesto diplomático sería “un premio demasiado alto para los terroristas de Hamás”.

En un discurso de casi una hora, Trump reiteró su demanda por la liberación de los rehenes y pidió el fin inmediato de la guerra en Gaza. “Quienes apoyan la paz deben unirse para exigir la liberación de los rehenes, vivos o muertos”, afirmó, subrayando la prioridad de recordar los hechos del 7 de octubre de 2023 mientras reclamó también el cese de hostilidades.

La intervención tuvo lugar en un contexto diplomático cambiante: decenas de líderes reunidos en la ONU han manifestado apoyo al reconocimiento de un Estado palestino, una decisión que supone un giro histórico tras casi dos años de conflicto y que genera la oposición de Israel y de Estados Unidos. Países europeos como Francia, Bélgica y Reino Unido anunciaron su intención de reconocer a Palestina, sumándose a naciones que ya lo habían hecho, como España y Portugal.

Trump aprovechó la tribuna para exhibir los logros de su segundo mandato en política exterior y, al mismo tiempo, cuestionar la eficacia de la propia ONU. Su discurso buscó reducir la influencia del organismo, una línea coherente con posiciones de su administración en meses anteriores, y dejó claro que la política de Estados Unidos seguirá condicionando el debate internacional sobre el conflicto y su resolución.