Hallan pirámide sumergida anterior a las de Egipto: qué se sabe del descubrimiento
Un grupo de investigadores halló en aguas del Atlántico una construcción monumental que, según los primeros análisis, podría anteceder por miles de años a las célebres pirámides egipcias, lo que despierta interrogantes sobre la posible existencia de antiguas civilizaciones y el nivel de sus conocimientos arquitectónicos
Un descubrimiento arqueológico reciente ha sacudido al ámbito científico: la identificación, mediante estudios batimétricos y exploraciones sonar, de una estructura con contornos geométricos en el Atlántico que algunos investigadores describen como una pirámide submarina. Las imágenes y mapas obtenidos permiten apreciar una simetría marcada y proporciones que, en apariencia, difícilmente podrían explicarse por procesos geológicos naturales.
Según las estimaciones preliminares difundidas por el equipo que realizó la prospección, la construcción alcanza unos 60 metros de altura y una base superior a 800 metros de ancho, dimensiones que la sitúan entre las obras monumentales más grandes conocidas para la antigüedad. Si las dataciones se confirman, el hallazgo tendría implicancias profundas para la comprensión de la cronología y la dispersión del desarrollo técnico y arquitectónico en las sociedades humanas.
La noticia llega en un momento en que la disciplina arqueológica ha sido sacudida en los últimos años por hallazgos que obligaron a revisar supuestos previamente aceptados. Sitios como Göbekli Tepe, en Turquía, ya habían mostrado que comunidades del preludio del Neolítico podían organizar trabajos colectivos complejos y producir construcciones de significado ritual y técnico elevados. En ese contexto, una estructura de carácter piramidal ubicada bajo el nivel del mar reabre preguntas sobre la antigüedad y el alcance de saberes constructivos en culturas hoy desconocidas o perdidas.
No obstante, los investigadores insisten en la prudencia: los resultados iniciales provienen de técnicas indirectas —batimetría, sonar multihaz y procesamiento de datos— que permiten delinear morfologías pero no ofrecen, por sí solas, fechados ni material cultural. Para avanzar será necesario llevar a cabo campañas de buceo y excavación controlada, muestreos datables (por ejemplo, carbono 14 o series de uranio, según el material disponible) y estudios estratigráficos que permitan distinguir entre una estructura antrópica y formaciones geológicas extraordinarias.
En la comunidad científica existen voces cautelosas. Algunos especialistas subrayan que el océano es escenario de procesos sedimentarios y tectónicos capaces de generar geometrías aparentemente regulares; otros destacan que la intervención humana en entornos costeros y marinos puede dejar vestigios que, con el tiempo y la sedimentación, adquieren aspecto monumental. La confirmación de una obra construida por mano humana requerirá la recuperación de artefactos, restos de obra o indicios claros de intervención tecnológica.
De confirmarse la naturaleza y las dataciones propuestas, las consecuencias serían múltiples: habría que repensar rutas de intercambio de conocimientos, capacidades logísticas de sociedades antiguas y la influencia de acontecimientos geográficos —como cambios del nivel del mar— en la memoria y el patrimonio de poblaciones ahora desaparecidas. Además, el hallazgo reavivaría debates sobre la preservación de yacimientos submarinos, la jurisdicción del patrimonio sumergido y la colaboración internacional para su estudio.
Mientras se aguardan investigaciones de campo y publicaciones revisadas por pares, el hallazgo provoca una mezcla legítima de expectación científica y fascinación pública. La posibilidad de que bajo la superficie marina reposen testimonios de civilizaciones hoy olvidadas obliga a mantener un equilibrio entre la hipótesis estimulante y la rigurosidad metodológica: sólo mediante procedimientos científicos estrictos se podrá determinar si estamos ante una nueva página de la prehistoria humana o frente a una formación natural excepcional.
En definitiva, la localización de la llamada pirámide submarina plantea preguntas que exceden el hallazgo puntual: interroga las formas en que reconstruimos el pasado, la relación entre evidencia directa e inferencia y la manera en que la arqueología marina deberá integrarse a la narrativa más amplia sobre los orígenes y capacidades de las sociedades humanas.