El príncipe Andrés de York, tercero de los hijos de la reina Isabel II, anunció este viernes la renuncia definitiva a todos sus títulos y distinciones reales. La determinación, comunicada por fuentes oficiales y descrita como consensuada con el rey Carlos III, cierra una etapa marcada por acusaciones y controversias que tensionaron a la monarquía británica en los últimos años.

Andrés, de 65 años, puso fin así a su condición formal de miembro activo de la familia real, aunque mantendrá su condición de príncipe por nacimiento, un matiz protocolar que no altera la pérdida de privilegios y funciones públicas asociados a sus cargos. Según el comunicado difundido, la medida responde a la necesidad de preservar la imagen institucional y evitar nuevas distracciones al trabajo de la Corona.

En el mismo escrito, el exmiembro de la familia real reiteró su inocencia respecto de las denuncias por agresión sexual vinculadas a su relación con el empresario estadounidense Jeffrey Epstein, condenado por tráfico sexual de menores. “Niego rotundamente todas las acusaciones”, afirmó Andrés, quien desde hace años ha sido objeto de investigaciones, demandas civiles y un escrutinio mediático intenso por sus vínculos con Epstein.

La salida del príncipe Andrés se produce en un contexto en el que la Casa Real buscó distanciarse de figuras que pudieran afectar su credibilidad y estabilidad institucional. La decisión tendrá implicancias simbólicas y prácticas: además de la pérdida de funciones oficiales, afectará la presencia del príncipe en actos públicos y la asignación de recursos vinculados a su representación.

Analistas consultados señalan que, más allá de su envergadura simbólica, la renuncia refleja un proceso de ajuste de la monarquía a un entorno público exigente y a una visión de mayor transparencia. A la espera de posibles desarrollos legales o consultas adicionales, el anuncio marca un punto de inflexión en la trayectoria de un integrante de la familia real cuya figura pasó, en los últimos años, de la proximidad a la Corona a la condición de foco de controversias.