Por Mariana Romero

¿Cuántas formas de dar a luz existen? Mujeres y hombres llevan en su memoria historias de partos de las más diversas. Por experiencia propia o cercana, relatan nacimientos sin complicaciones en quirófanos o salas de parto. Hay quienes prefieren traer un hijo al mundo en el calor del hogar, tras una intensa preparación. Los medios relatan nacimientos insólitos, en la vía pública o en medios de transporte y no evaden el lugar común de calificarlos como “el milagro de la vida”.

¿Cuántos de nosotros, sin embargo, conocemos sobre los “partos en avalancha” o los “embarazos crípticos”? ¿Nadie? ¿Estamos seguros? Sí conocemos. Pero no les ponemos nombre, porque no sabemos que hay formas de nombrarlos.

En Argentina se producen cerca de 1.000 partos sin asistencia por año. Y se estima que alrededor de 200 embarazos no son detectados por la mujer hasta el momento de dar a luz. Muchas de esas mujeres terminan presas. Presas por parir.

En primera persona
Julieta tenía 20 años y sospechaba que estaba embarazada, pero todavía no lo había confirmado. Vivía en Santiago del Estero con su hermana de 11 años, ambas abandonadas por su mamá y su papá al cuidado de su abuela. Pero la mujer tuvo un ACV y quedó totalmente incapacitada. Las dos adolescentes pasaron, entonces, a ser cuidadoras de la anciana que necesitaba cuidados intensivos las 24 horas: alimentación, higiene, cambiado de pañales, medicación.

Una tarde, sintió un fuerte dolor en la cintura, pero no se alertó porque, producto de levantar permanentemente a su abuela de la cama, siempre padecía de la espalda. Un analgésico no funcionó, el segundo tampoco. Entonces, tomó los calmantes de su abuela: sólo quería dormir para poder ocuparse al día siguiente de ella. El dolor era insoportable. Por la noche, se levantó, fue al baño y se desmayó.

Se despertó dos días después en una cama de un hospital público. Médicos, peritos y otras personas entraban y salían y nadie le decía lo que había ocurrido: en ese baño, en soledad, había dado a luz a un bebé que apenas sobrevivió unos instantes. Hasta hoy, está presa, aunque con arresto domiciliario porque sigue cuidando a su abuela. Igual, no podría salir de su casa: el pueblo también la condenó.

Una investigación nacional
La historia de Julieta es una de las siete relatadas en la serie documental “Presas por parir”, realizado por 17 periodistas de diferentes puntos del país y presentado en modalidad de podcast: audios separados en capítulos sobre mujeres que vivieron eventos obstétricos y que terminaron presas. Ya está disponible en internet y se puede escuchar haciendo clic aquí.

"Presas por parir": cuando el parto se convierte en delito

¿Es posible que una mujer tenga un parto de estas características y no recuerde nada? La médica obstetra Patricia Gómez, de Santiago del Estero, explica en el episodio 2 que “se trató de un evento obstétrico, es decir, parió en condiciones de conciencia alterada por la medicación que había tomado”. La profesional explica que la pérdida de equilibrio que tuvo en esas horas dan cuenta de que estaba intoxicada, porque las mujeres que están en trabajo de parto buscan de donde agarrarse, pero no pierden el equilibrio.

La profesional citada es una de las 62 fuentes consultadas por las periodistas para elaborar el informe. Además de las protagonistas, se escuchan las voces de peritos, médicas, abogados y familiares de las mujeres que terminaron tras las rejas por situaciones similares.

Julieta fue condenada a ocho años de prisión porque su bebé murió por asfixiado  tras nacer y la Justicia consideró que ella fue la causante. La asfixia es la principal causa de muerte en bebés nacidos en partos no asistidos. Aunque nadie vio a Julieta atentar contra su hijo y ella estaba totalmente intoxicada y desvanecida por la cantidad de sangre que perdió (que la mantuvo 48 horas inconsciente), a la condena judicial se sumó la de los medios de comunicación y, por supuesto, la social.

Saber qué hacer
Los seres humanos tendemos a creer que, al igual que los animales, nacemos con instintos o información genética que nos permite crecer, reproducirnos y sobrevivir en el mundo. Lo cierto es que, a diferencia de los perros, los caballos o las tortugas, los humanos nacemos con apenas un puñado de reflejos: sabemos succionar, lo cual nos garantizará la alimentación en las primeras horas de vida. Por el resto, nada. Aprendemos a pararnos, caminar y comunicarnos por imitación.

También, a diferencia del resto de los animales hembras, no sabemos muy bien qué hacer al momento de parir. La cultura nos va formando e informando para estar preparadas cuando llegue el momento: antes nos lo enseñaban nuestras madres, más tarde, las parteras y, hoy, los profesionales de la salud completan el trabajo. Ni qué hablar de estos tiempos, en los que la información está a solo un clic de distancia.

Aún así, a diferencia de los otros mamíferos, las mujeres parimos con al menos un profesional al lado. En la Argentina, según datos del Ministerio de Salud de la Nación, el 99,4% de los partos de bebés nacidos vivos ocurren en hospitales, sanatorios o en centros de salud.

No, el instinto materno no existe. En este punto parece existir cierto consenso entre la psicología, el psicoanálisis y la medicina. Sí existen hormonas que, durante el embarazo, nos facilitan la conducta de cuidado. Existe también el deseo de ser madre, el aprendizaje a lo largo de toda la vida y la asistencia de quienes sí saben qué hacer ante un nacimiento. Existe el amor, que lleva a veces al heroísmo en mujeres que son capaces de dar la vida por su hijo. El amor, esa construcción humana, solamente humana.

Pero una mujer, a diferencia de una hembra animal, no tiene el bagaje genético que le permita parir sola. ¿Ocurren los llamados “milagros de la vida”? Sí, claro, cuando los embarazos no presentan complicaciones, los bebés nacidos en soledad pueden sobrevivir. De hecho, un informe del Ministerio de Salud del año 2010 señala que casi 800 bebés por año sobreviven a un parto en soledad.

"Presas por parir": cuando el parto se convierte en delito

Parto en avalancha
¿Por qué una mujer da a luz a un bebé en la más absoluta soledad, lejos de un hospital? Por lo general, esto ocurre porque no espera el parto (porque no sabía que estaba embarazada, porque no estaba a término o porque no hubo síntomas previos). Este tipo de alumbramiento ocurre de manera repentina y urgente, muchas veces en las casas pero también en la vía pública o en vehículos.

Cuando un parto en avalancha sorprende a una mujer puede haber una pérdida de sangre importante pero, sobre todo, un estado de shock y una alteración de la conciencia. No existe un entorno de contención ni de ayuda, como en la inmensa mayoría de los alumbramientos. Muchas veces, la madre se desvanece y sufre hemorragias importantes.  

“Esta situación de sorpresa, de encontrarse frente a un parto y un nacimiento que no esperan genera un shock. Una situación altamente estresante. Imaginemos que el dolor que se desarrolla durante el parto está descrito como uno de los dolores de mayor intensidad que puede vivenciar una persona. Imagínense que en estos casos, estos partos se producen en soledad, de manera no asistida médicamente y ni asistida emocionalmente. Es decir, son partos en solitario, que producen una gran sorpresa. Estas situaciones suelen acompañarse de una gran pérdida de sangre. Esta hemorragia importante en una situación sorpresiva y con el shock emocional produce, muy probablemente, una afectación de la conciencia”, explica Ezequiel Mercurio, médico especialista en psiquiatría y medicina legal, en “Presas por parir”

No siempre les ocurre a las madres primerizas. El parto se presenta de repente, sin síntomas previos. En algunas oportunidades le ocurre a mujeres que no tenían un embarazo a término o cuando el embarazo es “críptico”, es decir, cuando no tiene idea de que está esperando un bebé. En esos casos, la mujer puede terminar presa.

Embarazos silenciosos
Aunque suene extraño, sí existen los embarazos crípticos. Son aquellos en los que ni la mujer ni su entorno notan la gestación. Uno de cada 475 no se detecta hasta la semana 20 y uno de cada 2.500 es totalmente desconocido hasta el momento del parto. La estadística fue elaborada por la histórica Cleveland Clinic, uno de los centros médicos más prestigiosos de Estados Unidos.

"Presas por parir": cuando el parto se convierte en delito

En muchos de estos casos la mujer no advierte la falta de la menstruación porque suele ser irregular en sus períodos, o porque ignoran esta señal por preocupaciones graves.  Muchas veces, el vientre no aparece hinchado o queda disimulado por el resto de la contextura corporal. Cuando se hincha, en algunos casos se suele confundir con simple aumento de peso. En varias oportunidades, cuando la mujer tiene algún grado de dificultad cognitiva o discapacidad, tampoco es capaz de entender lo que le está ocurriendo.

Muchas veces los embarazos crípticos aparecen en mujeres en extremo vulnerables o víctimas de violación. Viven en situaciones de pobreza desesperante, de violencia, de falta de contención familiar y de educación formal. “Presas por parir” describe varios.

Ana, por ejemplo, no sabía que estaba embarazada y nadie de su casa lo había notado, ni su propia madre. Lo de ella, en realidad, fue un aborto espontáneo, ocurrido en el patio de su casa, por la noche; siguió desangrándose en su cama. La sacaron en camilla y la metieron presa, por las dudas. Pasó nueve meses en prisión hasta que fue declarada inocente.

Irupé estaba en pareja y tenía una hija con él. Nunca supo que estaba embarazada, tampoco su compañero, ni su familia. Los dolores de parto la aturdieron, alcanzó a llegar a un hospital y dio a luz. Fue sola y en un estado mental de absoluta confusión. Fue externada sin que nadie en el hospital advirtiera su condición. Durante 48 horas estuvo desaparecida, sin saber cómo volver a casa. Apareció sin el bebé, que sobrevivió.

La Policía la fue a buscar y la llevó detenida, pero nadie en su familia podía creer que ella hubiera estado embarazada. En la celda, las otras detenidas la golpearon de tal manera que terminó hospitalizada y le extirparon el útero.  Fue acusada de las lesiones que sufrió la criatura por el abandono. Hasta el día de hoy, ella no recuerda qué pasó en ese lapso de tiempo y nadie en el hospital puede explicar por qué le dieron el alta a una mujer que estaba perdida.

Los embarazos crípticos no sólo le ocurren a mujeres en estado de pobreza o falta de educación formal. Juana, por ejemplo, era estudiante universitaria y tenía 25 años. Su madre la encontró inconsciente en su casa, desangrándose. Llamó al SAME y la médica que la atendió puso al feto en un fuentón y se llevó a ambos en la ambulancia. A ella, el hecho de ser universitaria le jugó en contra: le reclamaban que cómo una persona instruida no notó su propio embarazo.

Claudia Alonso, médica ginecóloga y obstetra explica que es difícil para la sociedad pensar en una mujer con un embarazo avanzado que no tiene la menor idea de su condición. En el episodio 5 del podcast, explica que “el embarazo críptico es una condición de salud en la que ocurre un embarazo que pasa totalmente desapercibido para la mujer y su entorno”. Y agrega: “todos quienes hemos tenido oportunidad de hacer guardias en una maternidad hemos tomado contacto con casos como estos”.

Una investigación nacional
El trabajo “Presas por parir” ocupó a 17 comunicadoras y periodistas de distintos puntos del país que integran la Red Federal de Periodistas y Comunicadoras Feministas de la Argentina, por iniciativa de Derechos Reproductivos, Salud y Justicia en las Américas del International Women’s Media Foundation (IWMF).

"Presas por parir": cuando el parto se convierte en delito

Estas mujeres recorrieron en total 4.500 kilómetros de nuestro país, deteniéndose en 17 localidades de siete provincias y consultaron a 62 fuentes durante seis meses. En cinco capítulos, la serie describe siete casos de mujeres que fueron judicializadas por eventos obstétricos.

El primer paso de la investigación fue el más difícil: detectar los casos que había en cada provincia. Los expedientes de las mujeres presas tras un evento obstétrico se guardan bajo diversas carátulas: homicidio, tentativa de homicidio, aborto o abandono de personas.

Una vez identificados los casos a investigar, el equipo resolvió cuidar las identidades de las protagonistas para evitar lo que muchas ya sufrían: la estigmatización en sus propias comunidades o en los medios de comunicación. Se entrevistaron con ellas, algunas aportaron su propia voz al trabajo y otras pidieron que su historia sea contada, pero por las periodistas.

“Quisimos contar causas ‘vivas’, es decir, causas en trámite, mujeres que están en estos momentos judicializadas”, cuenta a Los Primeros Valeria Totongi, la única tucumana participante del trabajo. “Porque después de que el caso Belén (estuvo presa por un aborto espontáneo en Tucumán) y Lucía (la niña de 11 años obligada a parir en un hospital de nuestra provincia) creíamos que había derechos que ya habíamos discutido, teníamos fallos judiciales y reconocimientos de cortes internacionales. Descubrir que las mujeres siguen siendo judicializadas por eventos obstétricos me llenó de dolor y de bronca”, cuenta la periodista.

“En algunos casos, la vulnerabilidad es total. Estamos hablando de mujeres que ni siquiera viven en el centro de su propio pueblo, que queda en el interior de provincias en el interior del país. Hay mujeres que no saben leer ni escribir y otras que no logran entender muy bien lo que les pasó ni por qué están judicializadas”, describe.

El resultado final es valiente, profundo, humano. Aunque no revela datos puntuales (nombres, direcciones o cualquier otro que permita identificar a las mujeres) sí se ocupa de describir sus entornos sociales. “Quisimos mostrar lo que los ojos de ellas veían, conocer sus territorios, la ropa que llevan puestas, su cotidianeidad; fue una decisión colectiva”, dice Ángeles Alemandi, guionista del podcast. “Muchas de ellas se animaron a hablar por primera vez de lo que les pasó y nosotros tratamos de mostrarlas como seres humanos, luego de que los medios de prensa, aunque no todos, las presentaran como monstruos”, completa.

El rigor periodístico cierra un trabajo poderoso, en el que las voces de médicos, peritos y abogados se entrelazan con historias de profundo dolor. Para una lectura más profunda, el trabajo cita bibliografía científica detallada. El oyente se enfrenta a sensaciones que van del asombro a la desesperación: mujeres que se despiertan en un hospital, descubren que han parido y son tratadas como criminales.

“No solo es muy doloroso, da mucha bronca la seguidilla de hechos de injusticia e impunidad que vamos descubriendo”, dice Totongi. La desesperación de escuchar a mujeres que se despertaron y fueron informadas de que habían parido es asfixiante. La aparición de policías de sorpresa, citaciones judiciales, calabozos y hasta de una abogada que tuvo que abandonar la defensa de su clienta porque ya no tenía más plata para viajar a verla en la cárcel shoquea durante los relatos.

Y la incertidumbre, siempre: si a ellas les pasó, por qué no podría pasarle a una. Por qué no. “Las experiencias son tan traumáticas, que muchas tienen una laguna, un bloqueo, les ocurre un blackout y no tienen registro de qué pasó. Hasta que despiertan en una cama del hospital rodeadas de policías y, en ese momento, pasaron a ser criminales. Atraviesan un problema de salud, como es un evento obstétrico, y cuando  recuperan la conciencia, se volvieron delincuentes”, define Alemandi. A esto se suma, en muchos casos, el duelo. Estos eventos ocurren tanto con embarazos deseados como no deseados y, en todos los casos, dieron a luz a un hijo que no volvieron a ver.

Sin embargo, las voces de las madres, las hermanas, las abogadas y abogados y los profesionales de la salud que asoman dan la fuerza necesaria al oyente para continuar. También los movimientos por los derechos de las mujeres que, enteradas, iniciaron campañas, consiguieron defensas y atención para ellas. En esos espacios es donde confluyen las campañas en redes y en las calles por su libertad junto a los fundamentos jurídicos y científicos que se presentan en tribunales. La organización de las mujeres, como salida al tortuoso laberinto en que quedaron atrapadas.

“Hay una idea muy romantizada de lo que es ser mujer y ser madre”, dice la guionista Alemandi. Entiende que la sociedad espera de nosotras que siempre sepamos qué hacer, cómo hacerlo y que lo hagamos bien. Recuerda el caso del primer episodio, el de María. Sin familia y sin dinero, entró a ducharse y, al tocarse sintió que asomaba la cabeza del bebé. Cerró el agua, se sentó y dio a luz. Logró cortar el cordón umbilical y comenzó a desangrarse, se puso toallitas dentro de la vagina para tratar de sobrevivir a la hemorragia. Los gritos alertaron a la hija de la mujer que le alquilaba el cuarto, que la llevó al hospital. En el lugar quedó la criatura pero María fue acusada de homicidio de grado en tentativa y abandono de persona.

Valeria Totongi no comprende cómo, de un momento a otro, esa idea romántica de la mujer-madre puede derivar en la imagen de un monstruo, cuando el parto no ocurre como se lo espera. No puede sacarse de la cabeza el caso que cubrió ella, el de Eva, de Famaillá, que fue a un hospital a pedir ayuda y esperó tres horas hasta que la atendieron. El médico que la revisó, no se dio cuenta de que estaba embarazada y le diagnosticó lumbalgia. Ella se fue al baño y allí ocurrió el parto, en soledad, dentro del hospital. Se desmayó. Una hora más tarde, cuando los médicos la encontraron, llamaron a la Policía. Terminó detenida. Había entrado al hospital como paciente y salió como criminal.

El mandato social ubica a las mujeres en un estereotipo de ser angelado, divino, que tiene un instinto innato para saber de inmediato cuando quedan embarazadas y también saben atender su propio parto o atender una emergencia obstétrica, todo ello, aunque estén desmayadas y desangrándose. Y no sólo son hombres (que nunca parieron y nunca lo harán) los que esperan de ellas tanta intuición, también son mujeres que dieron a luz en condiciones de seguridad y rodeadas de profesionales o, simplemente, tuvieron partos sin complicaciones.

Los tiempos de la historia nunca fueron fáciles para las mujeres. Tras siglos de morir durante los partos; hoy, sobrevivir puede significar una condena a prisión. Por eso, “Presas por parir” más que una investigación periodística se convierte en una bandera. En un manifiesto de los derechos que conquistamos y que no estamos dispuestas a perder.