Por Mariana Romero

Lo estaba logrando. Fabián Mercado tenía un dolor en el hombro y el pómulo se le estaba hinchando, pero, en general, se sentía bien. Terminó la consulta con los médicos del hospital Padilla y comenzó a caminar hacia la puerta. Si lograba salir, quedaba en libertad. Ya podía sentir en la cara el frío duro del invierno tucumano cuando una voz comenzó a correr por los pasillos: “que no se vaya”. Fue por pocos metros, casi lo logra. Fue cerca de la salida. 

La Policía le cerró el paso. En cuestión de segundos, tenía las manos esposadas. Nadie se lo dijo en ese momento, pero él sabía por qué: acababa de matar a su mujer y, por poco -por muy poco- casi logra engañar a todo el mundo haciéndole creer que había sido un asalto. 

Cuando se lo llevaban en el patrullero, Mercado repasó el plan que había ideado en cuestión de minutos y que parecía brillante unas horas antes, en la oscuridad cerrada de la ruta 321, antes de llegar al Río Salí. Ya iban a ser las 10 de la noche del 23 de junio de 2023 y él estaba parado ahí, con el cuerpo de su mujer inmóvil. Nadie lo había visto, no se escuchaba más que el eco del campo en reposo, Silvana estaba muerta y él era el único que sabía lo que había pasado. Entonces, se le ocurri�� el plan que casi lo salva.  

Mercado metió las manos en los bolsillos de la ropa de su víctima y encontró su celular. Aunque él no tenía teléfono, sabía cómo usar uno porque dedicaba sus días a revisar el móvil de ella para encontrar pistas de que lo engañaba. Conocía muy bien ese aparato. Encontró en la agenda el nombre de José Pereyra y marcó. “José, hemos tenido un accidente porque nos han querido robar; estamos en la 321 yendo a Los Bulacio, vení por favor”, le dijo.

“Pero vení solo”, agregó. Cortó y se acostó boca abajo al lado de Silvana, con la respiración agitada todavía, a esperar que los vinieran a buscar.

El amante imaginario

La llamada

José Pereyra no se sorprendió cuando le sonó el teléfono y vio que la llamada venía del celular de Silvana Monzón. Era su ex esposa y, aunque se habían separado 16 años atrás, mantenían buen vínculo y confianza, especialmente por sus hijos. Pero la voz no era de ella, sino de Mercado, anunciándole que ambos habían tenido un accidente en moto y pidiéndole que vaya en su auxilio. “Vení solo”, le dijo Mercado a José y, por su puesto, él desobedeció.

Pereyra conocía a Mercado, el novio de su ex mujer. Sabía que, desde hacía años, ella sufría constantes ataques violentos de su parte, por lo que desconfió. Le pidió a un amigo que lo lleve al lugar y, en el camino, llamó al 911 y a una ambulancia para que se adelantaran y llegaran antes. También convocó a dos de los hijos que tenían en común. La escena que encontró al llegar lo sorprendió: nada de esto parecía un accidente.

“Yo esperaba encontrar la moto tirada y ellos dos caídos, uno por un lado y el otro por el otro. Pero cuando llegué, la moto estaba intacta y ellos dos estaban acostados uno a la par del otro, bien acomodados. Ella estaba boca arriba, ensangrentada y tenía la cara desfigurada”, recuerda Pereyra

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Un caminito

A Julio Monzón, hermano de Silvana, también le avisaron de inmediato. En el camino, intentó llamarla muchas veces pero, en lugar de sonar el teléfono, alguien atendía y cortaba.

Le costó encontrarla en medio de la oscuridad. “Había unos pastos así de altos” dice, y eleva la mano a casi dos metros del suelo. “Yo pensé que habían volado y estaban entre los yuyos pero no, encontré como un ‘caminito’ de pastos aplastados y, al final, estaban ellos dos, como si alguien los hubiera arrastrado. Ella estaba boca arriba y él, boca abajo con la cabeza hacia el lado de ella. Hacía tanto frío que del cuerpo de él salía como ‘humito’, pero de el de mi hermana no. Cuando llegué, él abrió los ojos, me miró y los volvió a cerrar”, recuerda Julio.

Cuando llegó la ambulancia, constataron que él estaba con vida y ella no. Lo subieron al móvil y se lo llevaron. La Policía ya estaba en el lugar y encontró, sobre la ruta, el gorro de Silvana con sangre y el colero con el que recogía su pelo, también manchado. Y su cuerpo. Era evidente que no había sufrido un accidente. Llamaron a la fiscalía de Homicidios y, entonces, se pondría en marcha el operativo que terminó con la detención de Mercado en el hospital Padilla, justo cuando estaba a punto de salirse con la suya.

Paren todo

Silvana Monzón quizás hubiera sido enterrada sin autopsia como tantas mujeres tucumanas halladas muertas junto a sus parejas, si no hubiera sido por su familia, por la Policía que detectó que la historia del accidente no cerraba y por una fiscalía que tiene a una de las mejores investigadoras en homicidios de la provincia: Luz Becerra. Ella, junto al fiscal Carlos Sale, esa misma noche, dijeron “paren todo”: el informe de las lesiones que presentaba el cuerpo hablaba claramente de un homicidio.

Pero antes, es necesario echar un vistazo al pasado. A una historia que la propia Silvana había comenzado a escribir años antes y que, de haber sido escuchada, podría haber salvado su vida. Todo estaba escrito, todo estaba anticipado.

El amante imaginario

Silvana, antes de morir

Tenía 50 años, era madre, abuela y trabajadora doméstica. Había formado una familia con José Pereyra y, juntos, tuvieron seis hijos, aunque dos habían fallecido. Se separaron en 2007 pero habían logrado transformar la ruptura en un vínculo amable. Se llevaban bien, especialmente por los chicos. Las fotos familiares la muestran siempre sonriente, rodeada de amigas, bailando, celebrando los carnavales y los cumpleaños.

X de Mariana Romero

No se sabe bien cuándo conoció a Mercado, pero ya llevaba varios años separada. Lo que sí se sabe es que, hacia 2019, él ya había intentado matarla. Ella misma lo contó en una denuncia que hizo en 2022, un año antes de su muerte, en la que menciona que ya lo había denunciado y que la Justicia le había puesto una restricción de acercamiento que él no cumplió.

Sentada frente al oficial escribiente, Silvana contó, llena de vergüenza, lo que le estaba ocurriendo. Solo ella y él saben cuáles fueron sus palabras exactas, lo que quedó de ese relato es el acta. Son palabras de ella, pasadas por el filtro del lenguaje policial. Detrás de los formalismos, se adivina su desesperación. Esta es la transcripción textual:

"Este sujeto comenzó a decirme que tenía un morado en la parte izquierda de la espalda, entonces le dije solamente 'YA VAS A EMPEZAR' como diciéndole porque es muy celoso, a lo que se disgustó y me pegó una piña a la altura de los riñones del lado derecho, y luego con una de sus manos me agarró de la cara y me empujó hacia atrás y luego me agarró del cuello y comenzó a apretarme impidiéndome respirar con normalidad, diciéndome 'SI ESTAS TAN CANSADA, DEJA DE TRABAJAR, TRABAJA SOLO A LA MAÑANA Y VOLVE A DESCANSAR EN LA CASA, PONETE A LIMPIAR, QUEDATE CONMIGO, VOS NO TENES QUE TOMAR DECISIONES, VOS TENES QUE DECIRME A MÍ Y YO VOY A DECIDIR QUE VAS A HACER, VOS NO TENES QUE TOMARTE EL ATREVIMIENTO',

Entonces yo le contesté que a mí nunca nadie me había pegado, que ni siquiera mi padre lo hizo y él me viene a pegar, a lo que él me contestó 'VOS NO LE VAS A HACER COMO LE HICISTE AL PADRE DE TU HIJO', a pesar de que yo me llevo bien con mi ex-pareja, y luego me resaltó que él no volvería a pasar lo que pasó con su ex-pareja, ya que ella le fue infiel, entonces como me tenía que ir, él me acompañó hasta la parada de colectivo, ya que desde que se nos rompió la moto, él comenzó a desconfiar de mí, y piensa que yo ando con otra persona, y constantemente desconfía y me hace problemas.

Hago constar que este sujeto es una persona muy violenta, siempre por problemas de celos, me insulta, me amenaza diciéndome 'ASÍ DESPUÉS SE QUEJAN DE NI UNA MENOS, YO NO TENGO MIEDO DE IR PRESO', me agredió físicamente, y en innumerables oportunidades provocándome lesiones.

(…)

En muchas ocasiones este sujeto me exigía tener relaciones, y yo accedía por miedo a que me golpeara, y no me dejaba descansar como es debido, y a raíz de todo lo que vivo, le tengo muchísimo miedo, a tal punto de que cuando me grita, en varias ocasiones llegué a orinarme y defecarme encima de mis ropas.

Todas las noches este sujeto me agarra el celular para ver si tengo mensajes con otra persona, me saca dinero de lo que tengo guardado. 

(…)

En una oportunidad hace tres años atrás llegué a denunciarlo, y tengo conocimiento que llegó a salir la orden judicial a mi favor, pero desconozco si se lo llegó a notificar, y en ese tiempo estuve separada de él durante tres meses, hasta que un día este sujeto se apersonó en mi lugar de trabajo, y como (yo) llamaba seguido al 911 por este problema y al final se demoraban en atenderme, decidí volver con él, siendo el peor error que cometí..."

Mercado, antes del crimen

Cuando Mercado estaba recibiendo el alta en el Padilla, la noche del crimen, su pasado violento llegó a oídos de la fiscalía a través de los familiares de Silvana. La auxiliar Luz Becerra y el fiscal Carlos Sale ya tenían en sus manos dos elementos para impedir que el sospechoso abandonara el hospital: sospechas de violencia de género y el informe preliminar de la Policía en el lugar del hecho, que delataban lesiones no compatibles con un accidente. Si el sospechoso lograba abandonar el hospital, era probable que no lo encontraran nunca más.

El amante imaginario

Cuando Mercado ya estaba esposado, Sale y Becerra, junto a su equipo, comenzaron una carrera contra el tiempo para investigar el pasado del sospechoso: tenían 48 horas para reunir indicios de que tenía que quedar detenido. Si no lo lograban, un juez lo iba a poner en libertad.

Consiguieron las denuncias que le había hecho la propia Silvana: la de 2019 sobre amenazas y lesiones seguía, curiosamente, abierta; aunque sin movimientos. Con una justicia más rápida para resolver, dos denuncias de octubre de 2022 (nueve meses antes del crimen) habían sido “archivadas por no proceder”. Silvana estaba a la deriva. Su relato, desgarrador, no había producido efecto alguno en la Justicia, que ni siquiera había dado curso a su pedido de ayuda.

Sin embargo, los investigadores encontraron más. Mercado tenía un historial delictivo que no se limitaba solo a su relación con Silvana. Tenía cinco denuncias más de diferentes mujeres por delitos violentos y, como si fuera poco, tres expedientes por delitos como amenazas, usurpación de propiedad, lesiones y abuso de arma de fuego. ¿Por qué estaba entonces en libertad? Porque todas esas causas habían sido archivadas.

El amante imaginario

La voz de la ciencia

Aunque Silvana había denunciado en vida, fue su cuerpo quien terminó hablando por ella, después de su muerte. El informe forense de la médica Lionella Safarsi fue esclarecedor y la autopsia de Adrián Tula Rizo, implacable.

La profesional encontró lesiones en su cuerpo que, a entender de la fiscalía,  no coincidían ni con un accidente ni con un robo. En primer lugar, tenía lesiones en ambas piernas y, si hubiera caído de la moto, lo esperable era que sólo tuviera lastimado un costado.

Además, tenía al menos siete golpes en sus brazos, todos por debajo del codo. Ese tipo de lesiones se consideran defensivas y son características en una víctima que intenta cubrirse de un ataque poniendo sus brazos como escudo para proteger su cabeza o su torso.

El amante imaginario

Descartada ya una caída, cabía preguntarse si podría haber sido atacada por un ladrón, tal como había esbozado Mercado cuando llamó por teléfono para avisar lo ocurrido. Por eso, las lesiones de su cabeza fueron esclarecedoras.

Silvana tenía cinco heridas contuso cortantes en el cuero cabelludo, es decir, que la habían golpeado tan fuerte que le habían abierto la piel y dos más, una en la frente y otra en la ceja izquierda. Además, su cara presentaba hematomas y equimosis (moretones) en el mentón, la mandíbula, el labio y el ojo izquierdo, lo que comúnmente se conoce como “ojo morado”. Tenía lastimados los labios y le faltaban piezas dentarias.

Finalmente, el cuello. En la garganta tenía un hematoma de seis centímetros por tres, con una excoriación (lo que comúnmente se conoce como “raspadura” en el centro. ¿La habían ahorcado? Esa no fue la causa de muerte, pero el intento aparecía claramente.

El amante imaginario

La pregunta que se hizo la fiscalía, para descartar otras hipótesis, fue la siguiente: si en el lugar intervino otra persona, un ladrón ¿por qué atacó de una manera tan cruel e insistente a Silvana, especialmente en su cara? ¿Por qué no había atacado también a Mercado? Él estaba consciente y sano y sólo resultó con un dolor en el hombro y un par de raspones superficiales en los pómulos. Si ese ladrón existió y se ensañó de una manera tan perversa con ella ¿qué hizo Mercado? ¿Intentó defenderla? Porque él había resultado ileso. En el caso de que haya existido esa tercera persona, que parecía tener particular odio contra el rostro de Silvana ¿por qué, tras semejante ataque, no se llevó nada? La moto, el celular, la mochila y todas las pertenencias de ambos estaban intactas.

Con todos estos elementos, la Fiscalía pidió la detención de Mercado y comenzó una investigación que resultó rápida, eficaz y demoledora y llegó a juicio exactamente un año después.

El juicio

Fabián Mercado llegó preso al juicio y sin haber dicho una sola palabra durante toda su detención. Aceptó declarar, pero no respondió preguntas. No habló mucho. Dijo que iba conduciendo la moto cuando vio a dos personas, una vestida de negro y otra de rojo y que, luego, sintió un golpe y vio que Silvana se había caído de la moto.

La fiscalía puso sobre la mesa todas las pruebas y antecedentes que había recolectado durante un año. Explicó cómo encontró la escena del hecho: la moto mostraba una sola rotura. Se le habían desprendido las cachas pero, en lugar de quedar esparcidas por el accidente, estaban sin daños y colocadas en fila a la par del vehículo. Los cuerpos (él vivo y ella muerta) estaban uno a la par del otro, no en la banquina sino en un barranco, acomodados uno a la par del otro. La autopsia confirmó las lesiones constatadas por la policía y revelaban que a Silvana habían intentado estrangularla; pero no murió por eso sino porque, literalmente, le habían roto la cabeza a golpes.

Los Primeros Tucuman

Los testigos, más de una decena, desfilaron uno tras otro relatando el infierno de violencia en que vivía. Leslie, su hija, contó que Mercado estaba obsesionado con su mamá y que, incluso, se había tatuado su rostro con un colibrí al lado. También dijo que sus celos eran enfermizos, que siempre creía que Silvana lo engañaba y que sentía celos del buen trato que tenía con su papá. También recordó un episodio, el de 2019, en que Mercado no sólo lastimó a su madre sino también a su abuela, quebrándole la muñeca.

El 3 de julio de 2024, diez minutos antes del mediodía, Mercado entró por última vez a la sala de juicio, esta vez, para escuchar la sentencia. Vestía una camiseta naranja con los puños arremangados, el abundante cabello negro peinado hacia atrás mostrando un jopo importante y su postura corporal anticipaba algo de lo que, más tarde, plasmaría en una frase que dejó a todos helados.


La sentencia

El tribunal lo condenó por unanimidad a la pena de prisión perpetua por el homicidio doblemente agravado de Silvana.

No hizo ningún gesto cuando escuchó a la jueza Valeria Mibelli explicar que “en fecha 23 de junio de 2023, entre horas 20 y 21:50 aproximadamente, Carlos Fabián Mercado -quien ejercía violencia de género basada en una relación desigual de poder y superioridad física por un prolongado periodo de tiempo sobre su expareja, Silvana Alejandra Monzón, existiendo por esta temática numerosas denuncias precedentes- trasladó a la misma en su motocicleta hacia ruta 321 a 1 km del Cardinal Oeste del Puente Carretero del Río Salí, localidad de Los Bulas y Cruz Alta, siendo esto en un lugar descampado, despoblado y sin ninguna iluminación. Una vez allí, a la vera de la citada ruta, con firmes intenciones de provocarle la muerte, le dio múltiples golpes por todo su cuerpo, que le generó numerosas lesiones, principalmente una grave fractura de bóveda y base de cráneo, fractura mandibular, fractura de incisivos maxilares superiores, provocando su fallecimiento por traumatismo de cráneo craneano grave”.

Cuando terminó la lectura de la sentencia, Mercado tosió y se levantó de la silla. La Policía lo rodeó y se lo llevó. Él alcanzó entonces a convocar a una conferencia a viva voz: “vayan a la Jefatura, ahí voy a hablar”. Por supuesto, esa convocatoria nunca se concretó.

Los Primeros Tucuman

El fantasma

Pero Mercado tenía algo para decir. Probablemente sostendría su inocencia y reafirmaría que se había tratado de un accidente vial en el que él había perdido a la mujer que amaba. Quizás sostendría que la condena era injusta y que él era una víctima del sistema. o ¿por qué no? reconocería el crimen.

Pasaron varias horas hasta que la Policía de Tribunales terminó los trámites y lo sacó del edificio, rumbo al móvil que lo trasladaría hacia el penal. El trayecto era de no más de cuatro metros, pero alcanzó para que Mercado hablara, por primera vez, y dijera lo que estaba buscando decir.

En un video quedaron grabadas sus palabras. El diálogo es apresurado, porque ocurre cuando Mercado ya está esposado en el móvil policial saliendo de Tribunales. Él inclina el cuerpo hacia adelante para aparecer en cámara y responder, con absoluta calma:

- ¿Usted es inocente?


-Sí.


-¿Usted es inocente? ¿Y por qué tenía esos golpes Silvana? ¿Por qué tenía esos golpes?


-Por lo que nos han querido hacer…


-¿Usted le pegó a Silvana? Ella lo denunció muchas veces, señor Mercado.


-Todo es una confusión, es un… una traba que han hecho los familiares.


-Pero está el audio de ella, donde hablaba (sobre) cómo la trataba usted.


-Todo eso lo han hecho los familiares.


-¿Va a apelar, señor Mercado?


-Sí


-¿Usted sabía que Silvana lo denunciaba de esa manera?


-YO NO SABÍA QUE SILVANA TENÍA UN AMANTE.

X de Mariana Romero

Mercado fue trasladado hacia el penal, preso de las esposas pero también de su propio pensamiento. Tras la muerte a golpes de su mujer y luego de escuchar que pasaría el resto de su vida tras las rejas, el fantasma de los amantes de Silvana continuaba dándole vueltas en la cabeza. 

No pidió perdón. No lamentó su muerte. No explicó cómo fue el hecho. Lo que sigue atormentando a Fabián Mercado no es el recuerdo de Silvana desfigurada, ni su propia imagen perdida en un hueco de una cárcel para siempre. Lo que no lo deja vivir es una fantasía que se repite como un rezo distorsionado:: “Silvana tenía un amante”.

No era verdad, según se pudo determinar. Sin embargo, en la fantasía de un femicida, el dato es irrelevante. El amante imaginario de Silvana fue su perdición y será, para siempre, su carcelero mental.