Por Mariana Romero

A Miguel Vega se le acababa el tiempo. Si se acostaba a dormir esa noche en su oficina de procurador, como estaba previsto, al día siguiente sería trasladado a la cárcel para el resto de su vida. Era huir o perpetua.

El problema era la tobillera electrónica. La tenía colocada desde que lo habían condenado por matar a golpes a Carlos Chequer en 2019 y el artefacto le impedía salir de su prisión domiciliaria, un estudio jurídico en que atendía clientes junto a sus socios y donde se acostaba a dormir por las noches. Pleno centro de Concepción, a la par del Colegio de Abogados del Sur, a la vuelta de la comisaría. Escaparse era imposible. Sonarían todas las alarmas. En cuestión de minutos, estaría reducido y esposado.

Se arriesgó. Miró la hora: eran las 2.37 del miércoles 17 de mayo de 2023. La custodia policial, que al comienzo había sido permanente en la puerta, con el paso de los meses se había espaciado y ahora se limitaba a algunas de policías que, de vez en cuando, paraban en la puerta, le sacaban una foto y se retiraban. Miró hacia la calle: no había nadie. Todo lo que tenía que lograr era llegar sin que lo detengan al pueblo vecino, Acheral, donde el resto de la maquinaria se pondría en marcha. Tenía pocos minutos para hacerlo: ¿cuánto tardaría el personal policial en correr dos cuadras y media desde la comisaría hasta su lugar de detención una vez que sonara la alarma de la tobillera electrónica rota? Tenía que apurarse.

El encantador de serpientes

Miguel Vega llamó a un taxi a la dirección de España 1581. Cortó el dispositivo de su tobillo y lo dejó en su oficina. Ya estaba emitiendo alarmas. Abrió la puerta vidriada, cruzó la calle y se subió al auto. Recorrió las desiertas calles de la madrugada de su Concepción natal por última vez, sin que nadie lo notara. Abandonó la ciudad y se lanzó a la ruta. Nadie lo había seguido. La Perla del Sur dormía, mientras su asesino más célebre se escapaba de sus entrañas para nunca más volver.

El falso abogado
El ascenso de Vega hasta la posición respetada que ocupaba en la comunidad antes del crimen ya venía manchado. Durante años, atendió clientes como abogado, aunque no lo era. Pero cómo iban a dudar en un pueblo chico que había visto cómo el joven, hijo de un reconocido abogado, festejaba la obtención del título con huevos y harina en la puerta de la facultad, como cualquier egresado.

El encantador de serpientes

Como falso letrado, ya había tenido un problema económico con María Esther Chequer. “Es que era un encantador de serpientes”, cuenta la mujer, hermana del empresario a quien Vega asesinaría más tarde. La cantidad de amigos que tenía (y lo sostuvieron tras el crimen) da cuenta de una personalidad carismática, un hombre seguro de sí mismo y con una inteligencia superior para el roce social.

Miguel Vega se codeaba con funcionarios locales y también de la Nación. En sus redes sociales, aparecía rodeado de personalidades políticas del momento. Ya había protagonizado un escándalo cuando la Municipalidad se enteró de que el título que había presentado para trabajar allí era falso. Por eso, se había cobijado con un funcionario nacional, el entonces delegado de la Policía Federal en la provincia, Héctor Monayer, que luego declararía que era sólo su chofer. En el vehículo de Monayer, justamente, estuvo rondando la casa de Carlos Chequer el día en que lo mató. Lo venía “estudiando” desde hacía ya un tiempo.

El crimen, el misterio y la revelación
El 27 de febrero de 2019, Vega esperó a Chequer en su casa, no se sabe si en la vereda o adentro del portón del garage. El empresario panadero estaba almorzando en un restaurante con su hermana ese mediodía y a las 13.30 él decidió volver a su casa, que quedaba a cuatro cuadras del lugar. “No escuchaba nada, no tenía puesto el audífono”, cuenta María Esther. 

El encantador de serpientes

Chequer se subió a la camioneta y llegó a su casa, donde lo esperaba la muerte. Eran las 13.50 cuando llegó. Adentro, Vega lo atacó con un bate de beisbol, lo golpeó cuatro veces en la cabeza y lo dejó muriéndose. 

Al cuerpo lo encontró un grupo de albañiles que llegó a trabajar minutos más tarde. En un principio se pensó en un asalto, porque Chequer tenía tres celulares y faltaba uno. Pero el resto de sus pertenencias estaba intacto. ¿O no? ¿Faltaba plata de la camioneta? El empresario solía manejarse en efectivo y era común que tuviese dinero de las cobranzas adentro del vehículo.

El encantador de serpientes

Concepción entró en shock: habían matado a un empresario en la puerta de su casa, en plena siesta y nadie había visto nada. No había una sola pista sobre el asesino. En un principio se apuntó contra un ladrón conocido de la zona, pero las pistas no encajaban. Nadie sospechaba de Vega, nadie pensaba en él. Fue él mismo quien se puso en el radar de la Fiscalía tras varios días de incertidumbre.

Paso en falso
El procurador se presentó sin que nadie lo esperara en la Justicia y dijo que tenía el celular del fallecido, que lo había encontrado en la ruta 65 mientras corría. El aparato estaba reseteado, sus datos, borrados por completo. Vega dijo que, cuando lo halló, no sabía de quién era y, como estaba sin chip, le puso uno propio y se lo regaló a su hijo para que juegue. 

Sin embargo, al fiscal Edgardo Sánchez se le encendió una luz de alerta cuando le llegaron las filmaciones de la cámara de seguridad del lugar: Vega no aparecía corriendo, sino en un auto Palio Weekend Adventure color verde, que era el mismo que había estado merodeando la casa de la víctima en los días anteriores al crimen. Era el vehículo de Monayer, el funcionario nacional. En las imágenes, también se ve a Vega en el auto minutos después del crimen, bajando en una estación de Servicios que queda a pocos metros del lugar del homicidio.

El fiscal ordenó el secuestro del vehículo y esa fue la perdición de Vega. Mientras estaba en Depósito Judicial a la espera del peritaje, las cámaras mostraron al falso abogado acercándose, rompiendo la faja de seguridad, sacando elementos del interior y llevándoselos. Se quedó con todo, excepto un cuchillo, que tiró metros más adelante. Fue detenido de inmediato.

Perpetua
Nunca se supo bien el motivo del crimen. La hipótesis de la Fiscalía fue que el móvil era económico, pero su familia y amigos sospechan de algo más. Se habla de una situación de celos, porque una ex pareja del asesino comenzó a salir con la víctima. Ambos se conocían de niños y, además, tenían serias diferencias políticas: mientras Vega comulgaba con las ideas del gobierno nacional de Mauricio Macri y trabajaba para un funcionario del entonces presidente; Chequer había vendido su panificadora y se había volcado a la militancia activa en La Cámpora. 

El encantador de serpientes

Lo cierto es que Vega fue condenado a perpetua en 2022, tras un complejo juicio en el que declararon más de 70 testigos, incluidos los peritos. Pero el Tribunal resolvió que el falso abogado no fuera a prisión hasta que no agotara todas las instancias de apelación. Quedó con domiciliaria, que el asesino prefirió cumplir no en su casa sino en su estudio jurídico, con sus socios, atendiendo a sus clientes como procurador. La familia de Chequer reclamó, sin suerte, que pasara a una cárcel: la pena era la máxima y, perdido por perdido, lo más probable era que un condenado a perpetua se fugue. No los escucharon.

El tribunal de impugnación ordenó reducir la pena a 18 años, por considerarlo un homicidio simple, pero la causa llegó a la Corte Suprema de Justicia, que resolvió dejar firme la prisión perpetua. Vega intentó llegar a la Corte de la Nación pero el 16 de mayo de 2023 le informaron que el recurso había sido rechazado. Ese día, decidió fugarse.

Adiós, Perla del Sur
Todavía no amanecía cuando el taxi que había ido a buscar a Vega a su oficina estaba llegando a la entrada de Acheral. En la ruta, no se había cruzado con un sólo móvil de la Policía.

Y eso que él se había quitado la tobillera. ¿Había sonado la alarma? “Sí”, dice el periodista especializado Miguel Páez Fernández, de Bajo La Lupa, que cubrió el caso desde el primer momento. “La alarma de la tobillera número 415.997 se dispara y el sistema se activa en Buenos Aires, en una dependencia del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. La comisaría está a la vuelta, pero no tiene que ver, la alerta suena en Buenos Aires. De allí se tienen que comunicar con el Patronato de Internos y Liberados. Pero hay un problema. Entre las 6 de la tarde y las 8 de la mañana, en el Patronato no hay personal. La alarma sonó todo el tiempo, pero no hubo quien atienda. Es probable que Vega haya tenido esa data”. explica.

Tras andar poco más de media hora por la ruta 38 hacia el norte, Vega se bajó del taxi y subió a una camioneta que lo estaba esperando. El vehículo estaba a nombre de una funcionaria judicial y lo manejaba su marido, José Adolfo Vega, abogado de profesión, primo del ahora prófugo. La Toyota Hilux dobló hacia el oeste y emprendió la subida a los cerros. Lo dejó en la zona de La Quebradita, sobre la ruta 307.

El encantador de serpientes

Allí lo esperaba un casero en una moto pequeña que no tenía luces. La noche era cerrada, por lo que Vega prendió la linterna de su celular y le indicó al hombre que conduzca. Subieron las montañas alumbrando el escabroso camino sólo con la luz del teléfono. Antes del amanecer, llegaron a la rotonda de la entrada a Amaicha. Allí se le pierde el rastro. No se supo cómo salió de la provincia ¿fue vía Salta? ¿O Catamarca?. 

Mientras tanto, en Concepción amanecía y uno de los socios del estudio jurídico donde el asesino cumplía domiciliaria entraba al local y encontraba la tobillera rota. Eran las 8 de la mañana. Vega, probablemente, ya estaba saliendo del país.

El encantador de serpientes

Su suerte se convirtió en un misterio para la Justicia y el asesino vivió en libertad, hasta que cometió un error de principiantes.

La playa y el mar
No se sabe cómo cruzó a Chile. La Policía manejaba esa posibilidad pero, evidentemente, su partida no quedó registrada en ninguno de los cruces cordilleranos. También dispuso una guardia discreta en un sanatorio porteño, donde estaba gravemente enfermo uno de sus familiares. Además, hizo averiguaciones en el sur del país, donde Vega tenía allegados y se aprobó una recompensa de $3 millones para quien lo delate. Nada de eso dio resultado, eran todas medidas tardías, que podrían haberse evitado si las tobilleras electrónicas sirvieran para algo en nuestra provincia.

Tucumán se acostumbró a tener un asesino prófugo más. El tiempo pasó sin novedades hasta que Vega recurrió a una vieja maña, por la que ya había sido denunciado pero nunca condenado: la estafa.

Llevaba una vida apacible en Iquique, Chile, ciudad de cerros y playas frescas, visitada casi todo el año por turistas de todo el mundo. La temporada enero 2024 hervía en la costa, especialmente en la playa Cavancha, cuando Vega entró a un drugstore para hacer una compra. Al momento de pagar, anunció que lo haría a través de una billetera virtual.

La kiosquera advirtió que el pago no había impactado y le dijo al cliente que no podía retirarse hasta que la compra quede abonada. Él insistió en que, probablemente, era una falla del sistema, le mostró la pantalla de su celular en que figuraba que la transferencia había sido realizada, pero la mujer desconfió: en esa época, muchos comerciantes habían sido víctima de falsas aplicaciones que simulaban pagos que nunca se realizaban. Por eso, llamó a los Carabineros chilenos. Cuando llegaron, le pidieron a Vega que se identificara. Grande fue la sorpresa de los uniformados cuando se dieron cuenta de que no estaban ante un estafador de poca monta, sino ante un asesino prófugo con pedido de captura internacional.

Vega fue detenido y la Justicia chilena avisó a sus pares de Concepción que habían atrapado al fugitivo. La fiscala Mónica García pidió la extradición, que se concretó recién cuando el vecino país lo condenó por el intento de estafa. Vega cruzó la cordillera y fue trasladado por el Grupo Cero de la Policía de la Provincia hasta las puertas del penal de Concepción, donde cumple su condena a perpetua.

Tras 16 meses de su fuga, Miguel Vega fue alojado en el Penal de Concepción

En el camino, quedaron latentes varios interrogantes:

  • ¿Cómo pueden tres jueces que condenan a alguien a perpetua darle domiciliaria, suponiendo que no se va a fugar? 
     
  • ¿Cómo puede la Justicia permitir que la guardia a un asesino se relaje, al punto de convertirse en visitas espaciadas para tomarle una foto?
     
  • Además de su primo, que lo llevó en camioneta hasta Tafí ¿cuántas personas lo ayudaron en la fuga y quiénes son? ¿Cómo se mantuvo económicamente en Chile, sin la ayuda de familiares ni amigos?
     
  • ¿De qué sirve una tobillera electrónica si, cuando suena, nadie acude a ver qué pasó?


La historia de Miguel Vega refleja los puntos más flacos de la administración de Justicia de la provincia: un falso abogado denunciado por estafas que nunca fue juzgado, un asesino anónimo que se autoincriminó, un condenado que no fue vigilado y un prófugo exitoso que no cayó por la búsqueda sino por su propia torpeza. Todo con Vega como protagonista de sus propios éxitos y fracasos y una Justicia que al parecer, vio ocurrir todo como espectadora.