La Power, brillantina
Alejandra Benítez sobrevivió al hambre, organizó a su comunidad y brilló como pocas. Le dispararon seis veces y su asesino hoy está prófugo. Su madre ya había enterrado a otro hijo, asesinado a los 13 años. Esta es la historia de la vergüenza de la Justicia y de la dignidad trans
Por Mariana Romero
Cuando comenzó la pandemia, las chicas trans de Tucumán se morían de hambre. Las que estaban en situación de prostitución tenían prohibido salir a la calle, como todo el mundo, pero a ellas la comida se les iba acabando.
La movida comenzó en uno de los departamentos de Ayacucho al 900, donde solían vivir muchas chicas trans. Un grupo empezó a organizar una movida solidaria, a golpear todas las puertas y conseguir harina, fideos, azúcar y otros elementos que las pudieran mantener vivas hasta que se les permitiera volver a la calle. Ahí estaba la “Power”, detrás de una cortina, con vergüenza por la cámara mientras su compañera, Gabriela Soria, explicaba en vivo ante la prensa la desesperante situación que estaban viviendo. En la puerta de ese mismo edificio la mataron de seis balazos dos años y medio después.
La Power era hermosa. Se llamaba, en realidad, Alejandra Benítez, aunque en el barrio 2 de Abril, donde creció y transicionó, le decían “mamá”. Que estuviera organizando una colecta para que sus compañeras tuvieran algo qué comer en los primeros días de la cuarentena no sorprendió a nadie, porque en su barrio era conocida por organizar festejos del día del niño, juntar mercadería para sus vecinos inundados y liderar pequeñas movidas solidarias.
Seis disparos
Sobrevivió como pudo durante los meses más duros del aislamiento obligatorio. Para finales de 2022, había logrado sobreponerse al hambre y, como todo el mundo, ya podía salir a la calle. Así que esa noche estaba tomando unas cervezas con su amigo Diego Mercado cuando llegó su asesino. A ella le disparó seis veces, a él, cuatro. Pero él sobrevivió.
La Power murió al instante. Tenía $650 entre la ropa y, en la mano, la llave del departamento. La taparon con una manta negra, pero no alcanzó: sus sandalias quedaron al descubierto. Diego Mercado agonizaba, fue trasladado de emergencia al hospital. La Policía y la Fiscalía de Homicidios comenzaron en ese mismo momento la investigación.
Entonces, surgió el nombre de Ricardo Puenzo, conocido como Ricky, que debe estar leyendo estas líneas desde algún lugar del Caribe o vaya uno a saber desde dónde.
Ricky Puenzo, un habitué de la noche tucumana
El mismo día del crimen, los investigadores dieron con una testigo clave: Mía Santucho. La mujer, también trans, dijo que vio a Ricky Puenzo esa noche, que la subió a su auto y le pidió un “servicio”, pero no tenía plata. Como ella se negó a hacerlo gratis, él le mostró un arma de fuego y ella se bajó. El auto era oscuro, dijo, tenía una rueda pinchada y un golpe en la parte delantera. Mía les dio la dirección, Puenzo no era un desconocido para ella porque había “contratado sus servicios” un año atrás. La Policía, cuando llegó al lugar, encontró un auto oscuro, con la rueda pinchada y un golpe en la parte delantera. Pero el relato no termina ahí, dijo que Puenzo, tras no poder concretar con ella, dejó el auto, sacó una moto de baja cilindrada que tenía y se fue a buscar a la Power. Ella se subió y Mía los vio pasar. La Policía también encontró la moto.
Sin embargo, el hecho de que Puenzo haya estado esa noche con la víctima no lo convertía en asesino. La verdad, la única verdad, estaba en la memoria de Diego Mercado, el amigo de la Power que recibió cuatro balazos y agonizaba en un hospital. Y cuando el fiscal Carlos Sale logró hablar con él, recibió la respuesta que esperaba: “sí, lo puedo reconocer, nunca me voy a olvidar de su cara”, le dijo. El diálogo quedó grabado en video y agregado a la causa.
La siguiente es la transcripción literal de la entrevista que mantuvieron el fiscal y el sobreviviente Diego Mercado en el Hospital Centro de Salud. Leanla con detenimiento:
Fiscal: Cuando ella le dice a él que se vaya, ¿qué pasa?
Mercado: No sé en qué momento, yo justo agacho la cabeza y lo veo que saca un arma y dispara a ella y cuando yo atino para atrás me ha disparado a mí. Me he quedado en el piso.
Fiscal: Si usted lo ve, ¿lo puede reconocer?
Mercado: Sí, sí yo lo veo, lo reconozco.
Fiscal: Si lo ve, lo reconoce.
Mercado: Sí, yo lo reconozco, no me voy a olvidar la cara de él.
Fiscal: No se va a olvidar la cara de él.
Mercado: No.
Fiscal: ¿Y sabe qué decía cuando disparaba?
Mercado: No, no decía nada.
Fiscal: No decía nada…
Mercado: No, no, no decía nada. Ha disparado, cae ella y yo me atino a cubrirme y me dispara a mí. Y ha sido que yo lo miro a él. De la nada nos ha disparado. Saca la pistola el loco este.
Fiscal: ¿Pistola grande era?
Mercado: No, no recuerdo.
A estas alturas, Puenzo se había fugado. Pocos días después cayó preso. La fiscalía tenía el caso prácticamente esclarecido. Pero lo que ocurrió después fue increíble.
Cómo dar vuelta a un testigo
El juicio comenzó diez meses después. Mercado, sobreviviente, se presentó como querellante. Su abogado, el primer día, se dirigió a los jueces y les dijo que coincidía con la acusación que planteaba el fiscal y la querella: Puenzo había matado a Alejandra Benítez y había intentado matarlo a él.
Sin embargo, Mercado cambió su declaración. Ante la sorpresa de todo el mundo, en el juicio sí ratificó que esa noche estaba con Alejandra, que llegó Puenzo, que no había nadie más ahí, que el acusado y la víctima discutieron y que sonaron los balazos. Pero dijo que, en ese preciso momento, cuando ocurrieron los disparos, él justo se dio vuelta y “sólo vio los fogonazos”. Que no podía asegurar que los hizo Puenzo.
El fiscal no lo podía creer. Unos meses antes, el mismo testigo había identificado al acusado sin dudar. Además, su propio abogado abrió el juicio con la misma teoría. El giro en la declaración de Mercado lo cambiaba todo.
Diego Mercado, testigo en el juicio
Pero el acusador no se dio por vencido. Pidió que lo declarasen testigo hostil, preguntó y repreguntó hasta que logró, en las frases finales, que Mercado dijera lo siguiente:
Fiscal: ¿Cuáles tres eran los que estaban?
Mercado: Estaba Alejandra, estaba el muchacho y estaba yo. Cuando yo le doy la espalda es cuando…
Fiscal: ¿Cuál es el muchacho?
Mercado: Puenzo
Fiscal: ¿Y por eso cree que él le efectuó los disparos? ¿Por celos?
Mercado: Y yo… por eso sí, pienso que habrá sido él.
Fiscal: No más preguntas, muchas gracias, señora jueza.
La Fiscalía pidió la pena de prisión perpetua para Puenzo, por tratarse de un transfemicidio. La querella, representada por el abogado Carlos Garmendia, adhirió y se refirió al increíble cambio en el relato del testigo sobreviviente: "Había tres personas en ese momento, ese relato de las únicas tres personas hoy la tenemos por la declaración de la otra víctima Mercado, no había más personas, es una fracción de segundos, una circunstancia muy pequeña en el tiempo”. Valoró también que la moto Crypton fue reconocida por él y por la testigo Mía y que le secuestraron una funda de arma 9 milímetros, además de proyectiles.
Carlos Garmendia, abogado querellante
La defensa, ejercida por Cergio Morfil, planteó la fórmula mágica: in dubio pro reo, dijo, citando la máxima de que un tribunal debe absolver si tiene una duda razonable. Como la cámara de seguridad que apuntaba al lugar del hecho no funcionaba, analizó las demás y concluyó que varias motos circularon por el lugar los momentos previos y posteriores al hecho: cualquiera de ellas podría haber sido conducida por el asesino.
Aunque la moto que le habían secuestrado al imputado tenía partículas “consistentes” con disparo de arma de fuego, no eran “características”: es decir que, de los tres elementos que deja un balazo (plomo, bario y antimonio) se encontraron sólo dos. Podría ser por la pólvora o por otra circunstancia. Agregó que la escena del crimen estuvo contaminada .
Pero, sobre todo, apeló a la nueva versión del testigo Mercado: si él justo se dio vuelta en el instante de los disparos, podría haber aparecido una tercera persona de la nada, matar a Alejandra y desaparecer. ¿Cómo explica la contradicción con sus propias palabras en el hospital? Aquello no fue una declaración, no se hace bajo juramento de ley así que no tiene validez, indicó.
El acusado, Puenzo, finalmente decidió declarar. “Estuve en el lugar equivocado, en el momento no indicado”, comenzó. Planteó una versión en la que él llegó al lugar del hecho pero, de pronto, comenzaron los disparos y él se fue. “Yo venía en moto. Me paré en la subida del vehículo ahí de esos departamentos de las casas, no sé qué será y me fui cuando empezaron los disparos, me fui”. No detalló quiénes eran las otras personas ni por qué los testigos no vieron a nadie más, no dijo cómo iban vestidos, por qué presuntamente discutieron. Tampoco explicó por qué se fugó tras el hecho casi una semana. “Y bueno, soy inocente yo no fui el que disparó ninguna arma, yo no uso armas de fuego, nunca tuve
tampoco y bueno, eso es todo lo que tengo para decir”.
Eso fue lo último que escuchó el Tribunal antes de encerrarse a deliberar y salir con el fallo que nadie esperaba: inocente por el beneficio de la duda.
Jorgito, 1991
La sentencia le atravesó como un rayo el alma a Elba Rocha, la mamá de la Power. La historia se repetía. Nadie debería enterrar a un hijo, mucho menos a dos. Y los dos, asesinados.
Mucho antes de que mataran a su hija Alejandra, la “Power”, a Elba le mataron a otro hijo, Jorgito, de 13 años.
Corría el año 1991 y Tucumán estaba conmocionado por una serie de muertes ocurridos en el ámbito de la Facultad de Artes. Meses antes, habían hallado muerto al decano, Carlos María Navarro, en el baúl de un auto en Santa Fe. Mientras tanto, el cuerpo de su hermana, la también docente Clara Imelda Navarro, era encontrado en la casa que ambos compartían. La habían matado a golpes. Al tiempo, Julio César Sprovieri, estudiante de la misma facultad, moría aplastado por unos paneles de aglomerado que nadie supo cómo ni por qué cayeron sobre su cuerpo un sábado a las 8 de la mañana, cuando no había clases en la Facultad.
¿Qué tenían que ver Jorgito y su mamá Elba con la Facultad de Artes? Nada. Ella trabajaba como empleada doméstica y tenía una vida humilde, lejos de los claustros académicos y el ambiente artístico. Salvo por un detalle: la dueña de la casa en la que prestaba servicios era docente de la Facultad de Artes y muy amiga del decano asesinado. Elba solía ir a trabajar con Jorgito, su hijo.
El 21 de mayo de 1991, Jorgito quedó solo en la casa que limpiaba su mamá. Cuando la docente llegó al lugar se encontró con un cuadro estremecedor: el niño estaba muerto, asfixiado con el cable de la heladera y con 12 puñaladas en el tórax. “Le habían hecho como un dibujo en el pecho con los cuchillos”, cuenta Elba, mientras abre una caja con viejos recortes del diario La Gaceta con la foto de su hijo.
Jorge Benítez, asesinado en 1991
Aunque dos hombres fueron condenados por el crimen (a uno de ellos también lo defendió Cergio Morfil), nunca quedó claro el móvil. La versión de que habían entrado a robar siempre fue cuestionada, especialmente porque, en aquella época, la Policía tenía la costumbre de arrancar confesiones a pura tortura.
Nadie está preparado para que le maten a un hijo. Mucho menos a dos. Pero Elba salió adelante para criar a los que le quedaban y necesitaban de su mamá. Entre ellos, Alejandra, que entonces era bebé y se llamaba de otra manera; tenía un nombre masculino que quedó enterrado porque ella siempre se sintió mujer y así lo corroboraba también su DNI. La Power era el orgullo de Elba. La vida y la pobreza la llevaron por caminos difíciles, pero no le hicieron perder el sentido de la solidaridad y la lucha por los derechos del colectivo trans.
La mataron dos veces a Alejandra: la primera, cuando le dispararon. La segunda, cuando su amigo que sobrevivió cambió su declaración.
El camino de la Justicia
El fiscal Sale y el querellante Garmendia no se dieron por vencidos. Mercado y su abogado sí, por supuesto, se mostraron conformes con la absolución de Puenzo, no apelaron la sentencia y no volvieron a aparecer más. ¿El motivo? Sólo él -y, quizás, algún intermediario- lo deben conocer.
Mercado no había quedado bien de salud tras el ataque, incluso una de las balas le quedó para siempre alojada en la zona cervical. Sus necesidades económicas eran importantes. Puenzo, en cambio, gozaba de una buena posición económica.
Aunque los medios lo catalogaron de “empresario” tras el crimen, Puenzo asegura que sólo se dedicaba a la compra y venta de autos. Una actividad en la que nunca se sabe si se gana poco, mucho o fortunas. Tenía, además, una guardería y estacionamiento de autos a la vuelta del lugar del crimen. ¿Hubo algún acuerdo económico entre ambos? No existe ninguna prueba de que ello haya ocurrido. Tampoco lo confesaría ninguno de los dos.
Mientras tanto, la causa llegaba al tribunal de impugnación donde el juez Facundo Maggio confirmaba la absolución de Puenzo por el beneficio de la duda. Es decir, podría ser el asesino, pero las pruebas no alcanzaban para condenarlo.
Hasta que el caso llegó a la Corte Suprema de Justicia, que anuló la absolución y ordenó que se haga un nuevo juicio. El Alto Tribunal entendió que había pruebas que no se habían valorado en profundidad en el proceso y merecían ser revisadas.
Por ejemplo, nadie tuvo en cuenta el móvil del homicidio, pese a que Mercado dijo que Puenzo, antes de disparar, discutió con la víctima por celos. ¿Y el tatuaje? La Corte reclamó que tampoco se había considerado la marca característica que deja en la piel un disparo de corta distancia. El asesino estaba cerca, muy cerca de ella. Y Mercado dijo que no había nadie más ahí. La Corte también cuestionó que los jueces anteriores no valoraron la conducta del imputado que, sabiendo que era intensamente buscado, se fugó y apareció recién a los cinco días del hecho, sin la ropa de esa noche, sin el arma.
El juicio debía hacerse de nuevo; esta vez, valorando todas las pruebas.
Las fotos del Caribe
La fecha para el inicio del nuevo proceso fue fijada para el martes 11 de octubre de 2022. Cuatro días antes, debía celebrarse una audiencia para determinar qué pruebas serían incluidas en el nuevo juicio. Puenzo, que estaba en libertad, no se presentó. Ese mismo día, subió a su cuenta de Facebook fotos de una paradisíaca playa, probablemente en el Caribe. Nunca más se supo de él.
Aunque se dictó el pedido de captura, la página de Interpol no lo tiene incluido en su lista de Argentinos buscados por el mundo. Su abogado, Cergio Morfil, renunció a su defensa y, desde entonces, jamás volvió a comunicarse con él. Puenzo parece haberse esfumado.
Brillantina
Quien no desapareció fue la Power, su legado. El colectivo trans tucumano sigue exigiendo justicia y reclamando que Puenzo sea hallado y juzgado. La foto de ella se replica en remeras y carteles en cada marcha, y el recuerdo de su solidaridad se multiplica.
Foto: La Izquierda Diario
La Power fue la sexta víctima de una serie de transfemicidios que sacudieron a Tucumán en pocos años.
En 2017, Ayelén Gómez fue hallada asesinada en el Parque 9 de Julio.
En 2018, el cuerpo de Cynthia Moreira fue hallado desmembrado en una casa abandonada del sur de la ciudad. Ese mismo año, torturaron y mataron a Lourdes Reynoso. En esos días, Natasha Banegas sobrevivió a cinco disparos en pleno centro tucumano
En 2019, Gala Perea fue golpeada y asfixiada hasta morir en Lules. En esos meses, intentaron matar a Mariana Melian en el Parque 9 de julio.
En 2020, a Vanesa Rótolo la mataron de una puñalada cerca del canal sur.
En 2022, mataron a la Power.
Entre los homicidios, fueron muriendo miembros del colectivo trans conocidas en la provincia, como Gabriela Soria (que organizó la colecta junto a la Power en la cuarentena), la “Bicha” Ferrer (conductora de radio, pionera en la visibilización del colectivo) o Carla (la testigo que resolvió el crimen de los policías del Parque 9 de Julio). Y otras tantas anónimas, cuyos nombres no conocemos, que alcanzaron a sobrevivir lo que pudieron antes de morir. O de convertirse en brillantina, como dicen ellas.
Alejandra es una de las caras de la lucha del colectivo por mejorar las condiciones de vida a las que se ven sometidas las personas trans por falta de oportunidades laborales y de educación, por la violencia nocturna a las que están expuestas cuando no queda otra que caer en la prostitución.
Puenzo es la cara de la vergüenza judicial. La Power es la imagen de la dignidad.