En el contexto político de Tucumán, Lisandro Catalán, presidente de La Libertad Avanza (LLA) en la provincia y actual ministro del Interior, se encuentra en una situación compleja que podría ser interpretada de diversas maneras, aunque la realidad parece indicar que su capacidad de decisión es limitada. Recientemente, Catalán compartió que había elaborado un borrador de lista de candidatos para las próximas elecciones, el cual habría sido presentado a lo que se conoce como el “triángulo de hierro” —formado por Karina Milei, Santiago Caputo y Javier Milei—.

Sin embargo, quienes están familiarizados con la dinámica política local sostienen que este anuncio puede ser más una estrategia para mantener su imagen que una genuina manifestación de poder. En efecto, se ha observado que la definición de los candidatos y su orden en la lista está siendo determinada principalmente en Buenos Aires, con la firma final de los mencionados líderes, lo que sugiere que las decisiones cruciales escapan al ámbito provincial. A medida que se acerca la fecha de las elecciones, Catalán ha sido visto en redes sociales realizando actividades que podrían considerarse menores, como participar en eventos casuales en la casa de su operador digital, Gonzalo Heredia.

Esta situación contrasta con la actividad política más significativa que debería estar llevando a cabo, lo que refuerza la percepción de que su rol ha pasado a ser más de espectador que de protagonista en el entramado político tucumano. La situación dio un giro inesperado cuando Catalán, en una conferencia de prensa, sorprendió a muchos al anunciar que no será candidato, en vez de proclamar su candidatura, lo que era ampliamente anticipado por sus seguidores y analistas políticos. Este evento ha sido comparado con un equipo deportivo que, en un momento crucial, anuncia que su capitán no participará del partido decisivo, lo que genera desconcierto y cuestionamientos sobre la dirección del equipo.

En un contexto donde la construcción territorial es de suma importancia, la imagen de Catalán, esperando instrucciones desde Buenos Aires, alimenta la percepción de que su capacidad de decidir se ha visto drásticamente limitada. La lista de candidatos, en este sentido, se ha convertido en un mero trámite que podría no ofrecer sorpresas, lo que indica una falta de autonomía en la toma de decisiones. La opinión generalizada, tanto en el oficialismo como en la oposición, es que el verdadero poder reside en la capital del país y no en la sede de LLA en Tucumán.

Para un político que llegó prometiendo un cambio en la política tucumana y una mayor autonomía, depender del visto bueno de figuras como Karina Milei y Santiago Caputo no solo representa un revés significativo, sino que también subraya una disminución en su capacidad de maniobra. Algunos actores políticos locales ya sugieren que la lista que se presentará será poco más que un formalismo, un procedimiento necesario que se limita a cumplir con el cronograma electoral establecido. La realidad es que Catalán ha sido reducido al papel de mensajero, encargado de recibir y entregar la lista de candidatos, sin poder realizar modificaciones o sugerencias.

En un año donde la lucha por el control político en Tucumán se intensifica, la dependencia de las decisiones que se toman en Buenos Aires podría interpretarse como un signo de debilidad, una especie de confesión de irrelevancia en un escenario donde la capacidad de decisión es fundamental. En el ámbito político, la percepción de que un dirigente ha dejado de tomar decisiones clave puede llevar a un descenso en su relevancia y en su tiempo de permanencia en el cargo, lo que abre un interrogante sobre el futuro de Catalán y su influencia en la política tucumana.