Las diferencias entre los futbolistas de antaño y los de la actualidad son notorias y responden a procesos históricos de profesionalización y modernización del deporte. Mientras que los jugadores de épocas previas desarrollaban su carrera en contextos más rústicos y con estructuras de entrenamiento menos sistemáticas, los futbolistas contemporáneos se desenvuelven en un ecosistema caracterizado por la especialización: entrenamiento científico, planificación física, nutrición personalizada, equipamiento de alto rendimiento y tecnologías de análisis que optimizan la preparación y reducen riesgos de lesión.

El entrenador Ricardo Gareca ha señalado un aspecto cultural y tecnológico que distingue a ambas generaciones: el uso continuado del teléfono celular por parte de los jugadores actuales. Ese hábito, ampliamente extendido entre los jóvenes, incorpora distracciones—redes sociales, mensajería instantánea y contenidos audiovisuales—que pueden incidir en la concentración, en la capacidad de toma de decisiones y en el estado mental general del deportista. A diferencia de los futbolistas de antes, que no convivían con esos estímulos digitales, los jugadores modernos afrontan una carga atencional y emocional adicional que, acumulada en el tiempo, puede afectar su rendimiento.

El impacto de las redes sociales trasciende la mera pérdida de foco

Las plataformas actúan como espacios de juicio público donde la opinión ajena puede moldear la reputación de individuos y organizaciones. La prueba social—el peso que tienen las valoraciones y comentarios de otros usuarios—modifica la percepción sobre marcas, productos y también sobre la trayectoria de un jugador. Además, la exposición a críticas, comparaciones y acoso en línea tiene consecuencias directas sobre la salud mental, aumentando la probabilidad de ansiedad, depresión y baja autoestima, sobre todo entre quienes presentan mayor vulnerabilidad emocional.

En síntesis, la distancia entre ambos perfiles de futbolistas no reside únicamente en la mejora técnica y en los recursos disponibles, sino también en la distinta relación con la tecnología y la información. La profesionalización ha traído beneficios palpables en rendimiento y cuidado físico; sin embargo, la omnipresencia de dispositivos y redes impone nuevos desafíos para la gestión mental y emocional de los jugadores, que hoy requieren estrategias específicas de acompañamiento y educación digital para preservar su bienestar y optimizar su rendimiento deportivo.