Hablar de la felicidad suele ser complejo, porque, si bien ha sido objeto de estudio desde la filosofía antigua hasta las neurociencias actuales, todavía es difícil definirla con claridad”, afirmó la psicóloga Karen Basabilbaso, quien destacó cómo entendemos, vivimos y buscamos la felicidad en nuestra cultura.

Según explicó, muchas personas la relacionan directamente con logros concretos: tener una casa, formar una familia, conseguir el trabajo ideal o alcanzar determinado cuerpo o estilo de vida. Como si la felicidad estuviera siempre adelante, esperando que tachemos ciertos ítems de una lista, reflexionó.

Este enfoque, aunque muy extendido, puede generar malestar. “Incluso mientras digo esto pienso en muchas películas inspiradas en listas de deseos que suenan muy lindas, pero en la vida real, ponernos esas metas como condición para ser felices muchas veces nos frustra”, aseguró la profesional a través del medio El Liberal.

Muchas personas relacionan la felicidad directamente con logros concretos
Muchas personas relacionan la felicidad directamente con logros concretos

Basabilbaso advirtió que esta búsqueda constante de objetivos genera una sensación de persecución inagotable.

“Cuando alcanzamos un objetivo, la felicidad aparece por un rato, pero luego se disuelve y nuestra mente, acostumbrada a ese modo de funcionar, vuelve a poner otra meta por delante”, describió. A este fenómeno se lo conoce como adaptación hedónica; es decir, la tendencia a volver a un nivel basal de bienestar tras una mejora o logro.

Bienestar percibido: un enfoque más amplio y realista

En lugar de hablar únicamente de felicidad, la psicóloga propone enfocarnos en el bienestar percibido o subjetivo, un concepto que incluye no solo las emociones, sino la forma en que evaluamos nuestra vida en general.

“El bienestar subjetivo contempla varias dimensiones. Una es el equilibrio emocional: cómo nos sentimos la mayor parte del tiempo. No se trata de evitar emociones como la tristeza o la ira, que también son funcionales, sino de observar si predominan las sensaciones agradables o desagradables en nuestro día a día”, explicó.

Otra dimensión clave es la satisfacción vital, que se relaciona con cómo valoramos nuestras condiciones de vida. Y una tercera, profundamente significativa, es el sentido o propósito, es decir, la sensación de que nuestra vida tiene dirección y coherencia con nuestros valores.

“Esto es importante porque nos permite atravesar momentos difíciles sin dejar de sentirnos plenos. A veces lloramos, pero sentimos una paz interna; otras veces todo parece estar bien, pero sentimos que algo falta. Y eso también habla de cómo nos sentimos con nuestra vida en general”, comentó Basabilbaso.

Una de las claves está en dejar de pensar la felicidad como un destino y empezar a verla como un camino cotidiano.
Una de las claves está en dejar de pensar la felicidad como un destino y empezar a verla como un camino cotidiano.

Dejar de compararse y cultivar lo que sí está presente

En un mundo atravesado por las redes sociales y la comparación constante con lo que otros muestran, la psicóloga señaló que muchas personas llegan a consulta con malestar porque se sienten “menos felices” que los demás. “Es fácil creer que todos son felices menos uno. Pero la felicidad real es silenciosa, subjetiva y tiene que ver con una coherencia interna, no con una vida perfecta hacia afuera”, sostuvo.

Para vivir de forma más plena, Basabilbaso propuso cambiar la mirada: “Una de las claves está en dejar de pensar la felicidad como un destino y empezar a verla como un camino cotidiano. Conectar con lo que sí está presente, con lo que sí tenemos hoy, es fundamental”.

No se trata de eliminar objetivos ni metas, sino de no condicionar nuestro bienestar exclusivamente a ellas. “Podemos tener metas, claro que sí, pero también es necesario poder disfrutar el proceso. Si eso cuesta, se puede trabajar en terapia”, recomendó.

Además, destacó la importancia de cultivar vínculos significativos, sostener rutinas que nos hagan bien y dar espacio a las emociones, incluso las incómodas. “Y dejar de correr detrás de estándares externos, que muchas veces no se corresponden con lo que realmente deseamos”, agregó.

La felicidad se cultiva, no se alcanza

Basabilbaso citó al reconocido psicólogo Martin Seligman, referente de la psicología positiva, quien desarrolló el modelo PERMA, compuesto por cinco pilares del bienestar auténtico: emociones positivas, compromiso, relaciones positivas, sentido y logros. “Según él, la felicidad no es el resultado de tener una vida placentera, sino una vida con propósito”, explicó.

Para cerrar, la profesional recordó que la felicidad no es un estado fijo ni permanente. “Es un estado dinámico que se cultiva, no se alcanza ni se conserva. Está en constante movimiento y atraviesa nuestra historia, salud, vínculos, entorno y valores”, dijo.

“Cuando dejamos de perseguir la felicidad como un premio y empezamos a habitarla en las pequeñas cosas del presente, seguramente empezamos a percibirla. Y eso incluye también un trabajo personal sobre nuestra salud emocional, física y nuestra coherencia interna. Porque somos un todo, y nuestro bienestar depende de cómo vivimos, cómo sentimos y con qué sentido transitamos nuestra vida”, concluyó.

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