Dicen que «mal de muchos, consuelo de tontos», así que si eres una persona que sufre, quizá te reconforte pensar que todos lo hacemos por unas cosas o por otras. Es parte de la condición humana. Sin embargo, el sufrimiento puede ser la puerta a la evolución personal, al crecimiento y expansión si se elige cambiar los pensamientos y percepciones.

A nadie le gusta sufrir y vivimos en una sociedad en la que se evita, se oculta y hasta se narcotiza el sufrimiento. ¿Para qué sirve sufrir? ¿Hay que sufrir? Inés Valderrábano, psicóloga sanitaria especializada en Trauma y EMDR en Instituto Psicológico Cláritas, señala que, en general, no nos gusta sufrir, pero es necesario». Tal como indica. es el mecanismo que tiene nuestro cuerpo de decirnos: «Eh, te están haciendo daño, huye o cúrate». Es el cuerpo dando la voz de alarma, avisándonos de que nos va a dejar algo, una herida, ya sea física o emocional.

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Negar el sufrimiento

Las heridas físicas nada tienen que ver con las emocionales. Mientras que en la mayoría de ocasiones no se evita el dolor físico, e igualmente ocurre, el dolor emocional se esquiva a toda costa. Inés Valderrábano dice que buscamos no sufrir, «como si el dolerse por algo que nos han hecho no fuese legítimo, tenemos que callarlo o fingir que no existe».

El negar el sufrimiento trae como consecuencia varias cosas. En primer lugar, según la psicóloga, solo porque hagamos por no verlo, no significa que no esté, que el cuerpo y la psique no lo sientan.«Como titula uno de sus libros Van der Kolk, el cuerpo lleva la cuenta; por mucho que no queramos ser conscientes, se quedan marcas que tarde o temprano van a salir».

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Y en el lado contrario de los que parecen negar el sufrimiento se encuentran los que aparentemente se desenvuelven bastante bien en este tipo de estados. No es que les guste sufrir, ni mucho menos, pero en el sufrimiento y su expresión reciben algo a cambio. Por ejemplo, Valderrábano expone que reciben más atención o más cuidados de los demás, «lo que lleva a que puedan hablar más del sufrimiento y entrar en aparentes situaciones de sufrimiento constante».

«El ser humano se mueve en continuos, los hay más altos o bajos, más generosos o centrados en sí mismos y con mayor o menor tolerancia al sufrimiento. Personas a las que parece que nada de lo que les pasa les trastoca y otras que, sin embargo, parece que tienen el umbral del sufrimiento a menor distancia», dice.

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La vida tiene sus cosas buenas y sus cosas malas y, en palabras de la psicóloga de Instituto Cláritas, «vivir en lo positivo nos hace vivir al 50% en todo, incluso en las amistades». Además, es una vida en constante evitación: vivir plenamente pasa por aprender a manejar el sufrimiento y que no sea al revés: que el sufrimiento no nos maneje a nosotros.

Por otro lado, evitar el dolor o el sufrimiento del otro nos hace vivir las relaciones a la mitad también, sin exprimirlas o saborearlas al máximo. Valderrábano asegura que nos puede incluso llevar a que cuando el otro sufra no quiera compartirnos ese sufrimiento y a la larga se aleje de nosotros. Ya que pueden pensar que solo somos amigos para lo bueno, que en lo malo no vamos a estar, lo cual nos puede hacer parecer superficiales y distantes, e irnos alejando de los demás.

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Dejar de sufrir

«Dejar de sufrir es tan fácil o difícil como lo sienta cada persona. Lo que solemos intentar es ver la raíz del sufrimiento, la causa real y verdadera que hay debajo de lo aparente. Con esto, entenderlo y entendernos a nosotros mismos, aceptando que ciertas cosas nos hacen sufrir», comenta la experta. Otro trabajo suele ir por la vía de la redefinición, intentar buscar otra explicación a las cosas, no siempre en el polo negativo, aunque este trabajo requiere haber pasado por una comprensión y aceptación previa.

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En definitiva, el dolor existe y existe por algo, tanto físico como emocional. No por intentar no ver algo significa que no está, y mucho menos, que no nos haga daño.