En los consultorios de Tucumán, médicos y pacientes empezaron a advertir cambios que se traducen en más tos, más consultas y más inhaladores en las manos de quienes, hasta hace poco, no los necesitaban. La médica clínica Luciana Aguiar, que atiende en El Manantial y Yerba Buena, describió en primera persona esa transformación: en las últimas semanas las consultas por afecciones respiratorias crecieron y, con ellas, los cuadros de broncoespasmo y las reagudizaciones de asma, manifestaciones que no son típicas para esta estación del año. La observación no es anecdótica.

Aguiar relató que, en una mañana de consulta, de diez pacientes, al menos dos o tres debieron recibir PAF —aerosoles broncodilatadores— y que varios pacientes tuvieron que comenzar, por primera vez, con tratamiento inhalatorio. Ese patrón, dijo, coincide con los picos de contaminación atmosférica registrados en la provincia.

Estudios recientes indican que, algunos días, la concentración de material particulado llegó a ser hasta siete veces superior al límite recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), un exceso que tiene impacto directo en las vías respiratorias. A esa presión ambiental se suman factores estacionales: la polinización y la floración de árboles incrementan la carga alergénica; la circulación viral propia del invierno añade infecciones que predisponen o agravan cuadros; y la conjunción de ambos elementos potencia la aparición de síntomas. El resultado es una mayor demanda en los servicios de salud.

Los reportes epidemiológicos locales señalan, además, un aumento de bronquiolitis en menores de dos años, y las consultas por laringitis, broncoespasmos y neumonías muestran un ascenso que, aunque no configura un brote, sí altera la normalidad en la atención. Frente a este escenario, las recomendaciones médicas buscan prevenir complicaciones y reducir la transmisión: usar barbijo en ambientes cerrados y concurridos; ventilar los espacios; mantener una higiene de manos rigurosa; y, ante fiebre, dificultad para respirar o tos persistente con silbidos en el pecho, no demorar la consulta profesional.

Se insiste en que niños y adultos mayores constituyen los grupos más vulnerables y requieren especial vigilancia. La radiografía que dejan estos testimonios y datos es clara: la contaminación ambiental ya no es una estadística distante, sino un factor que modifica la vida cotidiana y la práctica clínica en Tucumán. La coexistencia de contaminantes, alérgenos y virus plantea un desafío para la salud pública y para los equipos sanitarios, que deben adaptarse a una demanda creciente y orientar a la población sobre medidas sencillas pero efectivas para proteger la función respiratoria.