La quinoa: un cultivo clave para enfrentar el cambio climático y la inseguridad alimentaria
La Fundación Miguel Lillo logra avances con una investigación que lleva años desentrañando los secretos de este súper alimento.
Un equipo de científicos de la Fundación Miguel Lillo lleva décadas investigando la quinua, un cultivo ancestral de la región andina que hoy se perfila como una solución frente a la desertificación y la inseguridad alimentaria global.
Liderados por especialistas como María Inés Mercado y Sebastián Buedo, el proyecto ha generado avances significativos en el conocimiento sobre las propiedades y usos de este “superalimento”.
Adaptación y potencial global
La quinua se distingue por su capacidad para prosperar en condiciones extremas, como suelos salinos o regiones desérticas. Según María Inés Mercado, doctora en Bioquímica, esta planta es una excelente alternativa en un contexto de cambio climático que agrava la desertificación y la pérdida de suelos cultivables.
Países como Dinamarca, Egipto y Marruecos ya están adoptando su cultivo, y experimentos incluso la han llevado a órbitas espaciales en colaboración con la Agencia Espacial Canadiense.
En Argentina, donde el 70% de los suelos son desérticos, el equipo de la Fundación Miguel Lillo, en colaboración con el INTA Famaillá, trabaja en adaptar variedades de quinua a las condiciones locales.
En los Valles Calchaquíes, los estudios se desarrollan con productores locales, mientras que en el este tucumano, zonas donde cultivos tradicionales como la soja y el trigo fracasan, la quinua se presenta como una alternativa viable.
Más que un alimento: un cultivo multipropósito
El profesor Emilio Lizárraga lidera investigaciones sobre los usos industriales y nutricionales de la quinua. Más allá del grano, que contiene todos los aminoácidos esenciales, los tallos y hojas, así como los residuos de la limpieza de los granos, pueden ser aprovechados en industrias farmacéuticas, cosméticas y agropecuarias.
Por ejemplo, las saponinas, compuestos químicos presentes en la planta, pueden usarse en la producción de champús naturales, mientras que los desechos de hojas y tallos son ideales como alimento balanceado para ganado.
Impacto local e internacional
En Tucumán, el proyecto también busca integrar la quinua en programas alimentarios, como suplementos nutricionales para escuelas. Según Mercado, esto permitiría mejorar la dieta infantil en una etapa clave del desarrollo.
A nivel global, la FAO declaró 2013 como el Año Internacional de la Quinua debido a su valor nutricional y su versatilidad, destacándola como un cultivo estratégico frente a la inseguridad alimentaria.
Ciencia para el futuro
Los estudios científicos proyectan que, para 2050, un tercio de los suelos cultivables del mundo podrían estar degradados, agravando la crisis alimentaria.
La investigación de la Fundación Miguel Lillo posiciona a Tucumán como un referente en el desarrollo de soluciones sostenibles, mostrando cómo un cultivo ancestral puede convertirse en un aliado frente a los desafíos del futuro.
La quinua no solo es una respuesta local a problemas globales, sino también una oportunidad para diversificar economías regionales y proteger el medio ambiente.